La Unión Europea, UE, acaba de prorrogar por otro año, las sanciones contra un grupo de roboLucionarios implicados en crímenes atroces y no solo eso, la misma, UE, ha ampliado el cupo de integrantes de dicha lista negra o rojo-rojita, de 26 a 37 enlistados.
Agregadas a lo anterior, rigen contra un segundo grupo todavía mayor, medidas más draconianas adoptadas por agencias de EE. UU.: La OFAC, la DEA, FBI, CIA; órdenes de apresamientos emanadas de tribunales a las que se suman, alertas, rojos, azules, morados, multicolores, en general, de Interpol.
Para peores males, varios enjambres de cazarrecompensas, venidos de los más remotos confines pululan por Caracas como Pedro por casa, tras los premios gordos ofrecidos por echarles el lazo, a uno o varios “más buscados” internacionalmente. Del “Primero de A Bordo”, pa’ bajo.
Entre los ilícitos de tal gavilla hay de todo, como en las viejas quincallas pueblerinas. Desde embolsillarse los mediecitos que costaban los pasajes de autobús en sus tiempos de sindicalero, hasta el narcoterrorismo, pasando por los tráficos de todo lo que sea ilícito, antiético, deshonesto o repugnante.
Cuando en Caracas retumbó el escándalo que estalló en España, la semana antepasada, por la operación “Híncale el Diente al Jamón”, vale decir, el megaguiso para esquilmarle a la nación venezolana la bagatela de 3.5 millardos de dólares a través de un jamonero andaluz o gallego, como testaferro, (sí, amables lectores, leyeron bien US $ 3.500.000.000,00 con sus diez dígitos muy completos), el llamado “Segundo de A Bordo” ficha fija en todas las quinielas de cohechos, se encontraba en su bunker, hogar, despacho oficial, escondrijo para el trajín, garçoniere, gallera, casa vacacional, refugio antiatómico, refugio anticovid-19, enclavado en Fuerte Tiuna, a noventa metros de profundidad, del que no sale porque puede serle nocivo para la salud.
Desde las mismas entrañas terrestres, emitió otra de sus soflamas cuartelarias, valerosas, rebosantes de hidalguía, de confianza en sí mismo, de aplomo, rodeado de guardaespaldas armados hasta los dientes: “¡Esas acusaciones no me atemorizan!”
Guapo, si se siente apoyao y embutido en un chaleco antibalas de cañones, salvedad hecha, de sus recaídas en tres síndromes, que lo aquejan no solo a, él, sino a cada integrante de su patota.
“Síndrome de Playa Seca”: Paranoia exacerbada por cualquier cuerpo de agua. Inútil tratar de convencerlos que de una inocente orilla marina de la “Ciudad Vacacional de Los Caracas” ni de una, menos inocente bacinilla, no va a emerger un escuadrón SWAT, de buzos y de allí ¡zas! directo a la perMax o “El Alcatraz de Colorado”, EE. UU. penitenciaría de máxima seguridad para delincuentes peligrosos como ellos.
“Síndrome de la Pedrada po’er Coco” o fobia a los espacios a cielo abierto, y por ende, que los expongan a cualquier objeto arrojadizo, una chancleta, peñonazo o un dron magnicida, como el causante de aquella estampida, de la Avenida Bolívar, Caracas, de varios batallones de valientes, el “Primero de A Bordo”, a la cabeza.
– ¡Esa vieja que se jo…!” vociferó más para sus adentros, que para sus afuera, apercibido que en medio de la culicardia, había dejado, a “La Primera Combatienta”, “olvidada” a merced de unos atacantes feroces.
“Síndrome de esas criaturillas del Señor, sarnosas, piojosas, primeras en saltar por las bordas”, con fruición por los habitáculos subterráneos: oquedades, cuevas, madrigueras, cloacas. Mejor, si están interconectadas con alguna descarga de aguas infestadas, al río Guaire para, a nado o asidos de cualquier cosa que flote, recalar en La Habana. Cuando la hora sea llegada, que llega, de un momento a otro.