En el último quinquenio se ha utilizado frecuentemente esta palabra, convertida en categoría de la sociología política, para señalar el grado de precariedad institucional alcanzado por naciones de África, Asia y América Latina. Su origen proviene de los países del Cuerno del continente africano: Etiopía, Djibouti, Eritrea, Kenia y Somalia, quienes compiten en cuanto a indicadores de pobreza, masacres, hambrunas, guerras civiles, epidemias, éxodos migratorios, tiranías etc. En fin todo género de calamidades resumidas en el concepto de estado disuelto, estado fallido.
Los espectros del continente noreste africano se vislumbran como tragedia probable para nuestro país cuando se anuncia un mes adicional de cuarentena. Todo en el contexto de una economía en ruinas que, a juicio del Banco Mundial y del FMI, pronostican una caída del PIB para 2020 en 20%, que agregado al 65% perdido desde 2013 nos anuncia una hambruna colectiva en medio de la pandemia que asola al mundo.
Pues bien. No estamos muy lejos al visualizar por las redes sociales el retorno a la tracción sanguínea utilizada hasta el siglo XIX para concretar procesos productivos. Mulas transportando vegetales desde zonas agrícolas. Asnos asperjando químicos para combatir plagas de la agricultura, incluso utilizados también para el transporte público en algunas ciudades del interior. Hasta la situación deplorable de campesinos perdiendo sus cosechas al carecer de cualquier tipo de transporte ante la carencia absoluta de combustible.
En el caso de los servicios públicos como la salud, registramos el traslado de pacientes en carretillas, bicicletas, por la destrucción del parque de ambulancias. Esto ha resultado en la pérdida de vidas humanas, sea por el retardo en la atención de la emergencia o porque el centro médico carece de las medicinas esenciales para salvar vidas.
El confinamiento o toque de queda ha agravado el traslado entre poblaciones en el mismo estado. Por ejemplo, en el estado Zulia donde Maracaibo ejerce una relación centralista sobre el resto de la región, cualquier traslado es una odisea al carecer de dinero efectivo para pagar el deficiente transporte ante el cierre de cajeros y bancos desde marzo. Debiendo recurrir al trueque para lograrlo. Trasladarse de Cabimas a Maracaibo implica pagar con un paquete de arroz hasta el Puente sobre El Lago, otro paquete de Harina de maíz del Puente hasta Maracaibo y un paquete adicional en el interior de la ciudad, siendo un proceso que se repite para el regreso del atribulado residente en la Costa Oriental del Lago. Si eres «usuario VIP» debe pagar 60 dólares el viaje ida y vuelta.
La disolución del Estado se reconoce en el enfrentamiento entre bandas que se apropian de territorios. En medio de una orgía del terror para los pobladores de esas zonas, como lo sucedido recientemente en Petare, cuyo conflicto se extiende a otras ciudades y regiones del territorio nacional. Eso conlleva a la población a preguntarse: ¿el Gobierno y resto de instituciones públicas donde están?, aun cuando está presente a diario en cadenas interminables de Radio, TV, su presencia es cada día más lejana para un ciudadano indefenso y desprovisto de sus derechos consagrados en la Constitución y las Leyes de la República.