El célebre “Richardi”
un personaje de antología
Barquisimeto viejo
el de la serenata
donde el recuerdo dejo
en mis cuerdas de plata
se nos van acabando
los tipos populares
Richardi con sus males
Y su reír llorando.
Richardi el de los cuentos
y los ojos risueños
al golfo el sentimiento
a sátira sus sueños
Richardi sin amarras
errabundo e inquieto
al rendir su jornada
tartamudeó su rezo.
Yo rindo este homenaje
a ese mi compañero
muerto bajo el paisaje
de este pueblo sincero
a Richardi despido
en esta pieza leve
no caerá en el olvido
en su tránsito breve.
Con esta sentida canción el Dr. Juan Ramón Barrios, retrató la vida y figura de “Richardi”, ese fantástico personaje popular que llenó un buen trecho del anecdotario del Barquisimeto de los años 30, ese Barquisimeto aun de algunas calles empedradas y lindo atardecer, con su flamante Calle del Comercio, donde deambulaba “errabundo” como lo señala el Dr. Juan Ramón Barrios, sirviendo en ocasiones de muchacho de mandado, chispeante y ocurrente, de urticante perspicacia en su geniales salidas, por lo cual el citado autor, dice: “…a sátira sus sueños…”
Recuerdo a nuestro maestro Hermann Garmendia (1989), evocar la imagen de “Richardi”, mientras se arrellenaba en su enorme sillón reclinable, de esos que cuando haces presión en el espaldar hacia atrás, al momento en que se reclina el espaldar sale una pieza de la parte baja de su frente que, te levanta los pies. En su remembranza, Hermann en su vivida narración con los codos apoyados en los brazos de la poltrona, relataba que “Richardi” era un personaje que vivía cerca del “Colegio de las Hermanas”, como se le decía al Colegio Inmaculada Concepción y que había sido, la oveja negra de decente familia, su nombre era Simón Heredia, quien tenía largos episodios de sobriedad y otros de embriaguez. En su estado de sobriedad se desempeñaba pulcramente como muchacho de mandado, una especie de mensajero, de lleva y trae recados, objetos y misivas, lo cual realizaba con solícita diligencia, siempre chispeante y ocurrente, mordaz y decente al mismo tiempo, nunca le faltó el resto a caballero alguno y mucho menos a una dama.
Nuestro abuelo Rafael Miguel López, por su parte, recordaba a “Richardi” como asiduo de la botillería de “La Francia” frente al Teatro Juares, pero donde era fijo era en “La “Provincia” de Abelardo González, en la acera sur de la hoy carrera 19, entre las calles 33 y 34, cuyo eslogan era: “…Sitio Predilecto de la Gente Responsable…”. De aquel lugar, Ivan Faroh Richa, traía siempre a colación, que encontrándose “Richardi” sentado en el “pollo” de la ventana del establecimiento, es decir, en los saliente que tenían las paredes internamente debajo de las hojas de las ventanas que deban hacia la calle y que se usaban para sentarse, fumándose un cola de un cigarrillo, escuchaba grandes transacciones de acaudalados terratenientes que allí se encontraban, al cabo que referían gruesas sumas de dinero, en la concreción del negocio, mientras charlaban de sus enormes extensiones de terrenos para la cría de animales y el cultivo de tal o cual rubro. En aquella situación de espectador silente, en su humilde condición, se le acercó un limpia botas que venía de lustrarle el fino calzados de los hacendados presentes, y le dice a “Richardi”: – Sr., ¿le quito la tierra de los zapatos? – , a lo que el intrépido personaje respondió sagazmente con elegante donaire: – pero mijo, si esa es la única tierrita que tengo, y me la vas a quitar –, esa eran las ocurrentes salidas de tan singular barquisimetano.
Según Fulgencio Orellana (1973), Simón Heredia había nacido en la capital del estado Lara en el año de 1910, en aquel Barquisimeto pequeño, bucólico y gentil, donde se desarrolló en el ambiente de una familia honorable, más sin embargo, no se sabe cómo, ni por qué, desde muy joven le tomó gusto al licor, convirtiéndose en un consuetudinario bebedor, por lo cual como lo contaba Hermann Garmendia, pasaba meses de total sobriedad y otros de perenne embriaguez. El mismo Orellana, relata en su obra “La Ciudad y el Tiempo” que:
“…en su juventud fue un aficionado al toreo, no desperdiciaba oportunidad para asistir a las corridas que se sucedían en Las Arenas; dragoneaba de conocer del arte de la tauromaquia, (…) debutó en Las Arenas un ventrílocuo de nombre “Richardini”, este farandulero llamó a la primera presentación a Simón Heredia para que le sirviera de peón en las payadas con sus muñecos y así todas las noches; al marcharse “Richardini” dejó en el ánimo del joven Heredia la nostalgia de las funciones. Días después Heredia cuando estaba metido en la botella pretendía hacer las gesticulaciones y emitía la voz de los muñecos con cualquier objeto en la mano; esto lo repetía decenas de veces y le valió que la gente del pueblo lo apodara Richardi…”
Todos con quienes conversé sobre “Richardi” coincidían en que, en muy raras ocasiones se le oía proferir insolencias, pues poseía una educación natural de la época en sus formas de trato y comportamiento, sobre todo en sus periodos de sobriedad y en cualquier caso, fue su distinción su gran honestidad, por lo cual, nadie le indilgó jamás el séptimo mandamiento de la Ley de Dios, como lo enfatiza en su crónica Fulgencio Orellana.
De la misma manera, entre 1929 y 1935, en los tiempos de don Eustoquio Gómez, “Richardi” sufrió muchos arrestos por las impertinencias que se agudizaban con su etilismo, por otra parte su gran afición siguieron siendo las corridas de toros, al punto que, en Las Arenas, redondel al aire libre donde se escenifican los espectáculos de aquel tiempo, es decir, proyección de películas, boxeo, corridas de toros, ilusionistas, recitaciones y paren de contar, hubo un mano a mano taurino entre Chiquito de la Audiencia y Julio Mendoza, lanzándose de pronto “Richardi” al ruedo como espontaneo, recibiendo varias volteretas, y se seguida el arresto reglamentario.
Indudablemente, por lo que logré recoger de un sin número de figuras que le conocieron y de lo que he indagado en las referencias que de él escribieron varios autores, “Richardi” fue un beodo querido, porque la gente lo quería, y encontró eco en las líneas que pergeñaron Hermann Garmendia, Fulgencio Orellana, Carlos Pereira, Esteban Rivas Marchena, Manuel Felipe López y hasta en canciones como la compuesta por el Dr. Juan Ramón Barrios, con la que hemos dado inicio a la Reseña de la Añoranza de hoy, como un recordatorio de las semblanzas de un pueblo bueno, de un pueblo inteligente, generoso y amigable, que siempre ha tenido sus brazo abiertos para recibir a todo nuevo viajero, que llega para compartir su alero sentimental y hasta sus personajes populares como “Richardi”, locuaz filosofador, decente, con su mugre a cuestas, que bebía su aguardiente sin molestar a nadie, todo lo contrario, para decir muchas verdades en tono de buen humor.
Manuel Felipe López (1985), periodista de honda pasión por las letras, institucionalista de primera línea, locutor, declamador, poeta y escritor de fina prosa lirica, expresa que “Richardi” recibió el cariño de toda la gente de valía de Barquisimeto y que hoy recordamos como semblanza que es espejo de un ayer barquisimetano que se filtra en el alma, para luego proyectarse en la visión de un tiempo, en la ciudad de otrora con los cantos de la gentes y las cosas, porque las cosas se van pareciendo a las gentes de un modo que pasan a formar parte del inventario del gran libro de la ciudad, ese que está en cada casa vieja, en cada ventanal, en cada postigo que al abrirse permite iluminar la estancia de nuestra esencia como pueblo, de donde se nutre nuestra identidad y nuestro sentido de pertenencia.
Don Carlos Pereira (1975), en su obra “Anécdotas de Humor Larense” nos recuerda que “Richardi” siempre andaba “a medio jumo” y que era tartamudo, defecto éste que según el citador autor, más bien resaltaba su personalidad. Al igual que como lo comentaba Manuel Felipe López, en cuanto a que “Richardi” era apreciado por la gente notable, Carlos Pereira, relata una situación protagonizada por don Miguel Antonio Guerra, el fundador de la orquesta “Mavare”, un caballero que era sumamente serio, según lo afirman hoy sus nietos Carlos Guerra Brant y el Dr. Jorge Ramos Guerra, pues bien, aconteció que don Migue Antonio Guerra, a propósito de los 50 años de la Orquesta Mavare, invitó a una recepción en su casa, cuya tarjeta lucía el siguiente texto:
“…Barquisimeto Diciembre de 1947
Migue A. Guerra, tiene el gusto de invitarlo a su casa de habitación, Carrera 17 No. 96 (antes Calle Ilustre Americano) el 31 del corriente mes, a las 5 p.m., con motivo de celebrar con Ud. las Bodas de Oro de la Orquesta “Mavare” que fundó…”
Prosigue Carlos Pereira en el relato de la anécdota, que don Miguel A. Guerra era además de muy correcto, muy tacaño y abstemio, y que sentía fobia por los canapiales y borrachos, sin embargo, pese a que “Richardi” era un canapial consuetudinario, era el único a quien toleraba. Esa tarde el oferente “echó la casa por la ventana” y “Richardi” se vistió de limpio traje blanco, para participar lógicamente en la bebezón, pero al llegar, un policía que estaba de portero, no le permitió entrar al tanto que el agente del orden público le decía – aquí mando yo! – y agregaba – Ud., no puede entrar, porque está muy borracho, esto es para gente decente – pero “Ruchardi” aprovechó un descuido del policía y le hizo señas a Luis Guerra, el padre de nuestro amigo Carlos Enrique Guerra Brant, para que lo dejara entrar. Captando la seña de “Richardi”, Luis Guerra se acercó a la puerta y tomando por el brazo al popular personaje lo hizo entrar.
Cuando ya “Richardi” estaba dentro, se volteó y le dijo al policía: a a ahora, dididigame UUd., quiiiien mmmamda más él o UUUD.?.
Don Miguel Guerra, se encontraba muy eufórico, según el relato de Carlos Pereira, y que cuando vio a “Richardi”, lo mando a pasar y le brindó una copa de champaña, que éste se tomó de un solo trago, al instante que le decía: …so soooolamente a a aasi meee lo beebo yo, don Miguel!…
“Richardi” un seudónimo que se convirtió en nombre, pues todos le llamaban “Richardi”, hasta las que se atrevían detrás de las celosías de las ventanas que también le gritaban “Richardi” y tanto oyó ese apodo como en larga pesadilla, que hasta se olvidó del suyo, el de Simón Heredia, quien vivió el Barquisimeto de las empanadas con suero picante de Patepalo, del de las conservas de Las Cuibas y los gofios de Las Veritas, el de las serenatas, donde no era raro ver a “Richardi” colarse entre los serenateros por su condición de noctambulo y bohemio.
Cuando “Richardi” murió en los albores de los años 50, varios médicos, entre ellos el Dr. Antonio Pineda Castillo, según nos lo comentaba nuestro abuelo Rafael Miguel López, se interesaron por saber cómo estaba el hígado de “Richardi” y cuan grande sería la sorpresa, cuando al practicarle la autopsia, encontraron su hígado intacto y perfecto como el de un niño sano, tal cual como lo refiere en su crónica don Carlos Pereira.
Sin discusión alguna, los aspectos del colorido popular que pincelan la fisonomía de nuestro folklore urbano, son simiente de la consustanciación del ciudadano con su tierra, con el aliento de la tierra y en nuestro caso local, con el crepúsculo, con esos encendido atardeceres que tiñen el firmamento de vivo color rojo, azul y anaranjado, como un día el Dr. Juan Ramón Barrios pinceló a “Richardi” en una canción, para que no cayera en el olvido, como no debe caer en el olvido el patrimonio intangible de nuestra menuda historia y el tangible que está en las edificaciones de estampa tradicional, esa que se ha permeado desde el Siglo XIX hasta nuestros días, con sus robustos muros de adobes, sus techos de limatones y cañas bravas recubiertos de tejas, con sus largos zaguanes, que sirvieron de ateneos y sus patios interiores, donde el tímido ladrillo deja sensaciones de frescor y quietud que invitan a la conservación, en inquietudes humanas como la voz silente del pretérito anunciando un tiempo que se fue, como lo hilvanó el autor en la urdimbre de las notas y en los arpegios de una guitarra hecha de fiesta y de vino…
Barquisimeto viejo
el de la serenata
donde el recuerdo dejo
en mis cuerdas de plata
se nos van acabando
los tipos populares
Richardi con sus males
Y su reír llorando.
Domingo, 23 de abril de 2023.
Fuentes Consultadas:
• Azparren R. (1972). Barquisimeto, Paisaje Sentimental de la Ciudad y su Gente. Tipografía MERSIFRICA. Caracas. Venezuela.
• Cámara de Comercio del Estado Lara (1952). Guía Económica y Social del Estado Lara. Editorial Continente. Barquisimeto. Venezuela.
• Estado Lara, Guía 1954. C. A. Guía de Venezuela. Tipografía Dinelli. Barquisimeto. Venezuela.
• Orellana, F. (1973). La Ciudad y el Tiempo. Tipografía Orellana. Barquisimeto. Venezuela.
• Orellana, F. (1977). Vivencia, Tradición y Narración. Tipografía Orellana. Barquisimeto. Venezuela.
• Pereira, C. (1975). Anécdotas de Humor Larense. Editorial Lucila. Barquisimeto. Venezuela.