Este domingo 24 de noviembre, se están cumpliendo 76 años, de una fecha que fue aciaga para la nación venezolana, tanto por el hecho mismo en sí, como por las tristes y lamentables consecuencias de lo ocurrido.
Se trata del artero golpe de Estado que dio al traste con la primera experiencia verdaderamente democrática que se vivió en Venezuela, bajo la presidencia de ese ejemplo de civilidad que fue el eximio maestro don Rómulo Gallegos.
Esa militarada traicionera, del 24 de noviembre de 1948, fue encabezada por el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, a la sazón ministro de la Defensa.
Le acompañaron en esta puñalada trapera a la Constitución los igualmente tenientes coroneles Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez.
Los tres conformaron una junta militar, encabezada por Delgado Chalbaud, que asumió el poder, una vez que echaron del gobierno al maestro Gallegos. Pero ésa es otra historia.
La tenebrosa aventura protagonizada por “estos tres malos hijos de la patria”, como bien decía otro singular maestro de juventudes, Luis Beltrán Pietro Figueroa, fue el inicio de una de las más feroces y sangrientas tiranías de las tantas que ha vivido la nación venezolana.
Una satrapía que se extendió por espacio de 10 largos años, hasta el 23 de enero de 1958, cuando el pueblo en la calle —que ofrendó, por cierto, unas cuantas víctimas mortales–, junto al sector institucionalista de las Fuerzas Armadas, logró finalmente echar del poder al tirano, que huyó hacia la República Dominicana, con su conciencia –si era que la tenía— cargada de asesinatos, arbitrariedades, corrupción y tropelías de todo tipo.
Sádica persecución
En efecto, desde el mismo día de la consumación de la militarada, comenzó un proceso de sádica persecución política contra todo ciudadano que no comulgase con el régimen recién instalado, un régimen, por cierto, fundamentado en bayonetas, tanques y fusiles.
Valga destacar, por cierto, que ese nuevo gobierno se instaló “en nombre de las Fuerzas Armadas”, las que supuestamente iban “a poner orden” en el estado de cosas en que, para ese momento, se hallaba sumido el país, ciertamente de mucha conflictividad y pugnacidad políticas, pero era ésa una situación que debían, en todo caso, resolver los propios venezolanos, sin injerencia extraña de ningún tipo.
Por supuesto, tampoco faltó el argumento de “combatir el avance del comunismo” en Venezuela, un alegato utilizado hasta la saciedad en una sucesión de cuartelazos que tuvieron lugar en los años 40, 50, 60, 70 y hasta en los 80, en la América Latina de esa época.
Lo cierto es que hoy hemos querido recordar tan ignominiosa fecha, más que todo con el objetivo de que los venezolanos, y sobre todo los jóvenes, no olvidemos que, de acuerdo con la misma Constitución Nacional, las Fuerzas Armadas deben ser un ente supeditado al poder civil.
Además, como lo expresó muy bien el Libertador Simón Bolívar, el soldado venezolano no debe volver sus armas contra el pueblo, sino que debe ser el garante de las libertades y de los derechos de todos los ciudadanos.
“Desgraciado el país donde el hombre amado delibera…”, es, por cierto, uno de los pensamientos más emblemáticos de nuestro padre Libertador Simón Bolívar, que, por cierto, sigue teniendo plena vigencia y presencia en la actualidad.
R, G.