El presidente brasileño Jair Bolsonaro les pidió a los supermercados que bajen los precios de los alimentos básicos y su ministro de economía sugirió que los desamparados pudieran vivir de los sobrantes de restaurantes, en un marcado contraste con comentarios días antes en los que ambos dijeron que sus políticas habían restaurado la economía a los niveles de tiempos antes de la pandemia.
La desesperación por brindar soluciones temporales refleja un reconocimiento reciente de que la recuperación económica de Brasil fue impulsada mayormente por los sectores de agricultura e inversiones, mientras que los ciudadanos más pobres vieron empeorar la situación de sus bolsillos.
En el primer trimestre del 2021, el desempleo en Brasil — oficialmente de 14,7% — y la inequidad económica llegaron a sus niveles más altos al menos nueve años. El costo de la vida se ha disparado — desde los alimentos, el alquiler de las viviendas y el gas doméstico — y han emergido más villas miseria y campamentos de tiendas. Una sequía récord amenaza con hacer subir marcadamente los precios de la electricidad.
Todo eso ha dejado a gobiernos, compañías y organizaciones sin fines de lucro tratando de ayudar a los más pobres y necesitados con prestaciones, subsidios de gas, donaciones de comida y paneles solares — todo lo que ayude a sobrevivir de mejor manera el 2021 mientras la pandemia sigue azotando al país y al planeta entero. Es una muestra de la capacidad brasileña de improvisar, pero también ilustra cómo muchos apenas consiguen subsistir, con la catástrofe financiera acechando. /JU
Foto: AP News