«Esposado once veces» y «desnudado dos veces». La defensa británica del fundador de Wikileaks se quejó el martes del trato infligido a Julian Assange en el segundo día de su vista de extradición a Estados Unidos, que quiere juzgarlo por espionaje.
Diez años después de la difusión por Wikileaks de más de 700.000 documentos confidenciales sobre las actividades militares y diplomáticas estadounidenses, la justicia británica comenzó el lunes a examinar la petición de las autoridades de ese país para que les entreguen a Assange.
El australiano, de 48 años, está acusado de espionaje y piratería informática en Estados Unidos, donde de ser extraditado podría enfrentarse a una pena de hasta 175 años de cárcel.
Mientras la defensa argumenta que ese trato podría «afectar al procedimiento», la juez Vanessa Baraitser afirmó que sus poderes son «limitados» en cuanto al trato que las autoridades penitenciarias dan a los detenidos, aunque subrayó esperar que Assange sea tratado de forma justa como cualquier otra persona.
El abogado del gobierno estadounidense, por su parte, respaldó las observaciones de la defensa, asegurando no desear que el trato penitenciario ponga en peligro el procedimiento.
La justicia británica examinará la petición de extradición de Estados Unidos toda esta semana y de nuevo durante tres semanas a partir del 18 de mayo.
Para aprobarla debe asegurarse de que respeta un cierto número de criterios legales y en particular si no es desproporcionada o incompatible con los derechos humanos.
Este es precisamente uno de los principales argumentos de la defensa de Assange, cuyo trato fue denunciado por numerosos médicos y observadores internacionales quienes alertaron sobre la salud física y psicológica del fundador de Wikileaks.
El relator de la ONU sobre la tortura Nils Melzer consideró a principios de noviembre que la vida de Assange estaba «en peligro». Desde entonces, sin embargo, su estado de salud parece haber mejorado.
El abogado del australiano sostiene que él no debería ser extraditado a Estados Unidos, por cuanto no solo no obtendría un juicio justo, también se le daría un trato inhumano y degradante promoviendo un riesgo de suicidio.
Fitzgerald dijo que la solicitud de extradición fue motivada por un tema político y no por crímenes genuinos. Afirmó que sería injusto y opresivo extraditarlo por su estado mental y el riesgo de un suicidio.