Cheita Quintana: un canto es eterno
Desde muy temprana edad hemos disfrutado de la música y los músicos, ha sido un mundo fascinante para nosotros, porque nuestros referentes están presente en ese ángulo humano del hombre, como lo es el arte y más aún el arte musical. Ello nos hace traer a colación las palabras de un primo hermano de mi madre:
“…el recuerdo sincero nos remonta a la primera noción auditiva de la música; creo que el violín fue como el primer trinar de un ave, tras aquella impresión auditiva, en inclinada consustanciación con el instrumento, vimos al tío Rafael Miguel pasear su virtuosismo musical, como lírico coloquio entre el hombre y la musa inspiradora, ello contribuyó a afirmar la sensibilidad de todos cuanto lo oíamos con asombro y recogimiento…” [Dr. Enrique M. Rodríguez J. (1974)]
Y es que, caso exactamente igual nos ocurrió a la vuelta de los años, cuando siendo niños escuchábamos a nuestro abuelo Rafael Miguel López en casa y en las reuniones familiares, lo que se magnificará con la memorable noche del sábado 15 de mayo de 1972, con el concierto inaugural de la Orquesta Típica Municipal de Barquisimeto, hoy Orquesta Típica Municipal de Iribarren y a la cual se dio por entero desde su concepción como proyecto presentado por él a la municipalidad hasta su concreción material, con aquel inolvidable concierto, bajo su dirección y arreglos, con lo cual doce obras de música popular venezolana cobraron especial relieve auditivo en una sonoridad característica cuyo timbre dado por él distinguió por 22 años a la agrupación gestada con un gran sentido de poner el arte al servicio de la cultura colectiva.
En el acompañamiento que le brindamos a nuestro abuelo, tuvimos la fortuna no sólo de aprender de su arte, sino de aprender a apreciarlo desde el punto de vista estético y compositivo, así como de e insuflarnos el amor por lo nuestro, por nuestra música popular y los grandes valores que en ella subyacen desde múltiples puntos de vista. Pero todo ello no quedaba allí, ya que igualmente, fue cautivante conocer autores, interpretes, instrumentistas de primer orden y fabulosos vocalistas, como Cheita Quintana Spini, como se conoció a la exquisita soprano lírica Petra Mercedes Quintana Spini, oriunda de la neblinosa Sanare, población de la cordillera andina larense, donde vio la luz primera el 4 de diciembre de 1937, lugar donde así mismo fue factor de elevación cultural su tío Monseñor Félix Ignacio Quintana, pues además de ejercer el ministerio de cátedra sagrada, era músico y compositor, fundador de la escuela de música de aquella población y que indudablemente supo estimular, las inquietudes artísticas de su pequeña sobrina, como nos lo confirmara en un programa de radio que le dedicamos en su oportunidad.
Diríamos, que Cheita tuvo un formidable feedback con su tío Monseñor Quintana, que le permitió percibir y entender una serie de factores emotivos y estéticos que se entrelazan casi imperceptiblemente en la música y la creación artística. Realmente Cheita fue una dama y una dama exquisita, sencilla, elegante y gentil, de una enorme erudición musical y sobre todo en su área, el canto, desde donde se catapultó para su crecimiento y regocijo personal, al mismo tiempo de convertirse en referente de muchas y muchos.
Su preparación académica fue estupenda, erigiéndose como aventajada alumna de la Escuela de Música del estado Lara, hoy Conservatorio Vicente Emilio Sojo, luego en Caracas también descolló y más tarde en su tránsito por Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, elevará el aquilatamiento musical, de su arte, del canto. Cuando retornó a Barquisimeto, fue nuestro abuelo Rafael Miguel López, quien la motivó a incursionar en la música popular y al efecto le hizo especiales arreglos, para que su educada voz de soprano lírica, engalanara la producción criolla musical, primero con el “Quinteto de Cuerdas de Rafael Miguel López” y luego con la Orquesta Típica Municipal de Iribarren, convirtiéndose en la primera vocalista de dicha agrupación.
Desde entonces, tuvimos una estrecha amistad de respeto y admiración para con ella, su persona y su arte, nos distinguió con su aprecio y afectuosa amistad, que siempre valoramos en sumo grado, disfrutando de sus presentaciones tanto en el ínterin hogareño, como en los escenarios donde actuaba con un éxito, siempre tangibilizado en la prolongada salva de aplausos que conquistaba, mientras sonreía y con una mano saluda al público mientras se retiraba con el ramo de flores en la otra mano.
En la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, cumplió una encomiable labor, dejando huella indeleble, la misma que dejó en su tránsito por el mundo operático tanto en Caracas como en Barquisimeto, su apasionamiento por el canto fue admirable, el cuido, el estudio, la preparación de cada concierto, de cada presentación, fue punto de honor en ella, como punto de honor fue su elegancia de trato y comunicación, sin aspavientos rimbombantes, sin jactanciosas petulancias.
Cheita Quintana, funda la Cátedra de Pedagogía Musical y en 1988 abre la Cátedra de Canto del Departamento de Cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, amén de sus actuaciones primero junto al piano del maestro Omar Vásquez Sánchez y luego con el acompañamiento del profesor Carlos Mendoza, ambos directores de la Orquesta de Cámara de la UCLA, sucedidos por el profesor Edecio Garrido. Posteriormente, después que la Universidad se convirtió en causahabiente de la Orquesta Mavare en el año 2000, se incorporó en ella para la interpretación de la música popular venezolana de manos de la orquesta típica más antigua aún vigente en Venezuela.
Entre otras distinciones, recibió Galardón de Pro-Venezuela, por su condición de singular intérprete de Música Venezolana, el 18 de octubre de 1978 y la Orden Ciudad de Barquisimeto, en septiembre de 1992.
Indudablemente, que Cheita Quintana forma parte de esa gente que trae consigo una misión concreta en la vida, diríamos que son índices permanentes señaladores de la virtud, que conjugan entre su vida y su obra una óptima razón de ser que los hace inconfundibles, pues fue una mujer excepcional que dictó cátedra con su carácter vertical, la sencillez de su espíritu de altos vuelos y la grandeza del artista puro que nimbó su existencia. Escuchar a Cheita, era como percibir el vigorosos hechizo de la música con su inigualable embeleso, ese que embriaga los sentidos.
Su camino existencial, llegó a su término el 21 de febrero del año 2023. Luego de su velatorio, se le rindieron honores de cuerpo presente, en la Galería Rafael Monasterios de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, donde la Orquesta Mavare le rindió un sentido tribuno melódico y las autoridades en la persona del Dr. Edgar Rodríguez, en el uso de la palabra, expresó el duelo que embargaba a la UCLA por tan sensible pérdida, en medio de una atmosfera de densa emotividad, dado el aprecio y admiración que se le tuvo a esta descollante figura de nuestra cultura, de nuestro acontecer artístico y de nuestro más auténtico gentílico musical.
El pasado, miércoles 21 de febrero del año en curso, con motivo del primer aniversario de su fallecimiento, tuvo lugar en la Capilla del Rectorado de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, un oficio religioso donde nos tocó decir:
“….Ante el altar, mil veces bendito, en la sagrada eucaristía, presidida por el ministro de la Iglesia, se hace un alto, para hacer una pequeña referencia, por el descanso eterno del alma de la Profesora Cheita Quintana, quien se durmió en la paz del Señor hace un año. Cheita fue una enamorada del arte, de su arte, de la música, del canto, como lo dice el Eclesiastés: ama tu oficio… Ella indudablemente, supo encausar lo mejor de su bagaje humano al ejercicio de su arte, no sólo como exquisita soprano, sino como pedagogo de formidables cualidades. Hoy se le recuerda, hoy la recuerda la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, con aprecio y admiración, porque sin discusión alguna es un referente que nos recuerda el Cantar de los Cantares, que provee de música espiritual, para una vida de entera armonía. Un cantar dado por Dios, para demostrar su intención para el romance y la belleza más pura… Esa belleza y esa pureza, nimbó el tránsito de Cheita Quintana por este mundo terreno, para prodigarse en una fuente multiplicado de esa belleza y esa pureza, que se encuentra en el arte, en la música y en el canto, canto que vemos reflejado en el Trisagio que Isaías escribió con tanto celo y que lo cantan en el cielo, Angélicas jerarquías, con tan piadosas melodías, que son de las almas encanto, como voz del coro celestial y en dulce paz bendecida hace que suba hasta Dios nuestra canto… Se ha dicho y aún se dice, que quien canta ora dos veces y hoy el canto de nuestra oración se eleva como sublime evocación de la figura y arte de Cheita Quintana, para rogarle a Dios por el descanso eterno de su alma, cuya huella indeleble sigue palpitante entre nosotros, como guía digna de emular para poner al arte, al servicio de la cultura colectiva, como apostolado conducente sin discusión alguna para una vida más justa, noble, digna y ejemplar, porque el arte como referente modela al individuo, porque impacta sus emociones dada la carga de poesía, que al final se traduce en amor, el amor de Dios, es decir, el poderoso mensaje de la música que Dios puso en las cosas cuando pobló la tierra…”
Los maestros Ángel Eduardo Montesinos, Nelson Vegas y Jesús Meléndez, violín, cuatro y piano, armonizaron musicalmente el acto religioso, cuya intervención complementaba la voz de la profesora Blanca Pulido Quintana, hija de Cheita y máxima autoridad de la Licenciatura de Música, del Decanato Experimental de Humanidades y Arte de la UCLA, insuflándole una sublime emotividad al momento.
Nunca pensó Cheita Quintana, que su voz hecha trinos iba a propiciar después de su partida, el homenaje de un pueblo que sabe querer a quienes lo han empinado hacia la gloria, hasta llegar a arrancarles lagrimas a los ojos de su gente, no solo la que engendró, sino también esa que formó en el arte y la cultura, ya que se le reconoce, se le admira y se le mantiene vibrante en el presente, con el mismo mensaje que supo esgrimir durante toda su vida, contribuir de manera edificante hacia nuevos y promisorios destinos a nuestra nación, como testimonio de cívica probidad para la posteridad, para las generaciones presentes y futuras, porque como lo dijo una vez, el maestro Rafael Miguel López: “…nos vamos unos, pero vienen otros…”
Seamos pues, tercos en convertirnos en constructivos refertes, en edificantes minaretes, que contribuyan de manera sincera, diáfana y honesta a la elevación de la cultura colectiva, es que la elevación del ciudadano y en consecuencia la siembra de la siminente que conduzca a ese nuevo amanecer, como lo hizo con sencilla, pero vertical determinación, Cheita Quintana.
Barquisimeto, domingo 25 de febrero de 2024.