Cuando usted busca el significado de la palabra migrar, es probable que encuentre esta definición: “trasladarse del lugar que se habita, a otro diferente”.
Pero, especialistas consultados por El Informador Venezuela, explican que ‘migrar hacia otro país’, va más allá.
Es un fenómeno con muchas consecuencias, en tanto marca –para bien o no- a las personas que se movilizan, como a las naciones que éstas dejan y aquellas donde se dirigen.
Así se desprende de la exposición que hace Feijo Colomine, docente universitario de la Universidad de Los Andes y ex secretario del extinto Consejo Nacional de Fronteras, de Venezuela, quien considera que la migración de los venezolanos ha rezagado el desarrollo industrial del país.
La migración y lo económico
La migración venezolana, explica el también sociólogo,no es desde ahorita. “La primera migración fuerte en el país ocurrió en 2002, después del paro petrolero, cuando al menos unos 17 mil venezolanos, considerados como mano de obra altamente calificada, emigraron hacia Estados Unidos y Colombia, principalmente”.
Aunque en su momento no se sintió, Colomine advierte que fue “la descerebralización -o la fuga de cerebros- de Pdvsa”, cuyas consecuencias se sufren actualmente, con una industria petrolera prácticamente paralizada.
Una histórica regla se invirtió y Colombia pasó asuperar a Venezuela en ese renglón, un cambio asociado a esa primera oleada que reporta Colomine, quien destaca que la segunda oleada, la masiva, también está impactando otras economías de la región.
¿Una amenaza para las generaciones de relevo?
El politólogo Dorian González aborda otra consecuencia de la migración: la desprofesionalización del país ‘emisor’ de migrantes, que se convierte en una suerte de ‘exportador de profesionales’que pone en jaque la formación de la generación de relevo.
González expone cómo la migración es aprovechada por los países receptores, en un primer momento. Como ejemplo, cita el caso de Perú, Ecuador, Chile y otras naciones donde los médicos venezolanos pueden incorporarse a sus sistemas públicos de salud, sin exigencias determinantes.
Pero, en contrapartida, la consecuencia para Venezuela es que incentiva a los nuevos profesionales a abandonar su país, con la intención de buscar la estabilidad económica que consideran no pueden lograr en su propia nación.
El duelo de la migración
La sicóloga Yubi Terán detalla que este sentimiento afecta a quien se va y a quien se queda.
Es así como sufren las parejas que se distancian, quizá pensando en unirse al cabo de cierto tiempo, pero asumiendo tácita o explícitamente, el riesgo de la ruptura.
O los padres que dejan a sus hijos, y los hijos que repentinamente se ven en un hogar diferente. De allí que la especialista destaca la consecuencia que implica el cambio del patrón de crianza en las familias y sociedades.
Eso se evidencia cuando niños y adolescentes terminan siendo criados por abuelas o tías, una excepción años atrás, cuando la figura paterna o materna encabezaba la cadena de valores de crianza.
Pero eso no es todo. Terán agrega que muchos migrantes, y eso incluye a los venezolanos, se mantienen en el duelo a tal punto que no pueden desconectarse de su país de origen.
“Viven físicamente en un país, pero emocionablemente están pegados a su nación de origen”.
El lado oscuro de la migración
Feijoo Colomine alerta sobre la migración xenofóbica y de explotación laboral. En tal sentido, analiza cómo miles de venezolanos se han sumado a grupos de migrantes en el mundo cuyas jornadas de trabajo alcanzan hasta las 16 horas diarias, algo particularmente complicado para los caribeños, acostumbrados a jornadas de ocho.
Por si fuera poco lidiar con eso, el rechazo por la condición de extranjero, aderezado en el peor de los casos con el rechazo por la raza, muestran un lado de la migración que muchos temen, unos afrontan, y otros no pueden resistirla.
Finalmente, el también ex diputado del Consejo Legislativo del estado Táchira aborda con preocupación una última consecuencia de la migración, en la lista compartida con El Informador Venezuela: el desarraigo emocional.
Sí, ese desquerer por el país donde se ha nacido, con el que se pierde incluso el sentido de pertenencia. Eso más preocupante, dice, incluso doloroso.
Anderson Piña Pereira /Colaboración: Santiago Luengo
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