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María Magda es Tamunangue

El Movimiento DECODE hizo homenaje a damas que han hecho historia. A cada uno distinguidos escritores larenses le redactaron una muy resumida semblanza. Hoy presentamos la que escribió Daniel Asuaje sobre María Magda Colmenares y luego haremos los mismo con las otras.

Reseña biográfica de María Magdalena Colmenares Lozada: La Negrita, alma tocuyana de San Antonio

María Magdalena Colmenares Lozada, nacida el 22 de octubre de 1951 en El Tocuyo, es la encarnación del Tamunangue, la danza larense que, bajo la bendición de San Antonio, teje raíces indígenas, africanas y españolas. Más que una cultora, ella es el sincretismo vivo, una expresión del mestizaje venezolano, descendiente de Diego de Losada, fundador de Caracas, y portadora del orgullo de su negritud. Conocida como “la Negra” o “la Negrita,” su vida es un golpe tocuyano que resuena en el corazón de Lara, un testimonio de trabajo creador, humildad y compromiso ciudadano. Su familia, los Colmenares, es un pilar de valores—honrar la palabra empeñada, la familia y las tradiciones—que construyen la Venezuela soñada.

Criada en una familia tocuyana de posición acomodada, entre Crispiniano Colmenares Peraza y Dulce María Lozada Perdomo, María Magdalena se distinguió por su trato cordial, directo, espontáneo y sencillo, ganándose desde pequeña el cariño de todos. Los Colmenares, entonces agricultores e industriales de la caña de azúcar, y hoy también ganaderos, le enseñaron a amar la tierra y a ver el trabajo como creador de riqueza.  Su infancia estuvo marcada por la devoción a San Antonio, patrón de El Tamunangue, y a la Virgen de La Valvanera, cuya capilla vecina a los cañaverales familiares era su refugio espiritual. Si bien su color de piel ha sido siempre parte de su encanto, su abuela paterna, Doña Magdalena Peraza de Colmenares, una mujer muy blanca, se empeñó en aclarar la piel de su nieta con baños de avena y crema de Concha de Nácar. María Magdalena, con rebeldía infantil, cada fin de semana cerraba los ojos en casa de su abuela hasta volver a casa, sellando su orgullo por su piel morena.

A los siete años, dio su primera presentación formal fuera de El Tocuyo, bailando Tamunangue en la inauguración de la Concha Acústica de Barquisimeto, dirigida por Valentín Pérez. A los 14, su carisma conquistó Barquisimeto. En 1966, como primera Reina del I Festival Folklórico de Lara, compitió con Rosario Anzola, representante de la capital, en una contienda de talento que cautivó al público. María Magdalena, con sus golpes tocuyanos, y Rosario, con sus valses, forjaron una amistad inseparable, aunque Rosario, hoy escritora y compositora de renombre, no pueda estar en este homenaje. Con humildad, María Magdalena insiste que no ganó ella, sino el Tamunangue, un reflejo de su modestia y sencillez. Su presencia era una institución viva: en Barquisimeto, El Tocuyo y los pueblos larenses, cada rincón la reconocía con un cariño que aún vibra

REINA DEL AZUCAR

Como Reina del Azúcar de Venezuela (1967-68), llevó el Tamunangue a Cali, Colombia, junto a su padre, siguiendo la huella de su abuelo, pionero en Caracas. Su vocación ciudadana, nacida en aquellos días de estrellato, la llevó a estudiar sociología en la UCAB, movida por el amor a lo popular, y a especializarse en Gerencia de Programas Sociales en el IESA. Como Directora de Bienestar Estudiantil en la UCLA, organizó el Seminario sobre la Tradición Oral del Tamunangue (1980) y apoyó a “Los Negros de San Antonio,” un grupo de obreros que llevó la danza a Europa. Como Directora Sectorial de Familia en el Ministerio de la Familia y responsable de la oficina del Banco Mundial en Venezuela (1999-2009), dejó una huella imborrable. Colaboradora incansable con CESAP, CISOR, CECOSESOLA y el Consejo Consultivo de Iribarren, nunca dice “no” a una causa cultural, social o personal, encarnando la solidaridad de su familia.

En 1979, María Magdalena llevó el Tamunangue a Europa con “Los Negros de San Antonio.” Siguiendo la ruta hacia el viejo continente que Ramóncito París había iniciado en la década de los cincuenta. Este viaje fue un auténtico desafío antropológico. Puso al límite la plasticidad cultural del grupo quienes experimentaron las vivencias de un invierno nevado con un frio fuera de sus experiencias y los desafíos de un idioma, costumbres y gastronomía que les eran extrañas.  Pero cuando tocaban en sus presentaciones el público les daba el calor de sus aplausos y muchas veces de pie les rindieron honores. Así estuvieron en el Festival de Artes tradicionales de Rennes, Francia, y en otras 19  ciudades francesas, dos en Bélgica, Holanda y España; su pasión cautivó audiencias. Un hecho simpático al final, pero angustioso al principio, fue durante un paseo ataviados con el atuendo típico del golpero tocuyano por las  por las callejuelas del Barrio Latino en París. Tocaban la música tocuyana y mientras unos aplaudían y se unían al grupo, otros los llamaban “gitanos’. Vino la policía y cargó con el grupos de vestimenta extraña hasta la comisaria. Después de las disculpas de rigor al constatar que el grupo era un invitado oficial del gobierno francés, la situación dio un vuelco épico, pues ellos dijeron que solo regresarían a su lugar de alojamiento después de que tocaran la música. Fue asi como en Paris la música tocuyana retumbó en un puesto policial parisino  donde las funcionarias bailaron “negro” y una escolta de policías motorizados los llevó a su hotel a dormir. Sin duda nuestra música no solo cruza barreras culturales, contagia de emoción a quien lo escucha.

Madre de Daniela y María Alejandra, ha transmitido el Tamunangue a sus hijas, asegurando su legado. Ellas aprendieron a bailar y caminar a un mismo tiempo. En Caracas, con El Guaraleo, y en Lara, en promesas a San Antonio, teje redes de alegría. A sus 66 años, jubilada y jubilosa, sigue activa en FUNDASAB y el Consejo Ciudadano de Barquisimeto. Los Colmenares, con su dedicación al trabajo y valores ciudadanos, son un faro para Venezuela. María Magdalena no solo baila el Tamunangue; lo es: un patrimonio vivo que, con San Antonio como guía, inspira con su humildad y canto a una nación que renace. (JER)

LA

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