Reinaldo Gómez.- Un verdadero calvario es lo que ha vivido el señor Víctor Manuel Gámez, un trabajador larense jubilado de la administración pública, quien narró para EL INFORMADOR la pesadilla que lleva consigo desde hace ya siete años, cuando se vio en la necesidad de practicarse una intervención quirúrgica del colon, a la luz de lo cual le fue colocada una colostomía.
Para quienes no lo sepan, el tratamiento con colostomía implica que los cirujanos que efectuaron la intervención quirúrgica para cortarle la víscera intestinal debieron colocar, a la altura de la incisión, es decir, a la altura de la herida del bisturí, que viene siendo más o menos sobre la parte anterior –o delantera– de la cintura, una bolsa plástica especial, la cual debe recibir allí todas las excretas intestinales durante un lapso estimado entre unos cuatro o seis meses –siempre y cuando todo marchase bien–, al cabo de lo cual debería efectuársele una segunda intervención quirúrgica para entonces proceder a conectarle nuevamente la víscera intestinal, la cual, obviamente, como antes se indicó, ya había sido partida, o dividida en dos, en la intervención inicial.
La pesadilla
Pero precisamente, ahí fue cuando comenzó la pesadilla.
Resulta que ya han pasado, no cuatro ni seis meses, sino siete años, y el señor Gámez no ha podido –asegura– efectuarse la segunda intervención quirúrgica debido a una serie de razones, por supuesto ajenas a él mismo.
Para comenzar, nos apunta, la segunda operación tiene que ser necesariamente en un centro de salud pública, por cuanto él sencillamente no tiene dinero para hacérsela en un recinto médico privado.
Pero, en segundo lugar, y hete aquí el meollo de la cuestión, nos cuenta el afectado que ya lleva –repite– siete largos años deambulando de centro público en centro público, comenzando por los hospitales “Pastor Oropeza”, del Seguro Social, y “Antonio María Pineda”, del Ministerio de Salud, y por otros más, pero en ninguna parte le han querido –o podido– efectuar la bendita intervención quirúrgica, bajo el alegato de diferentes motivos, “porque así está la salud en Venezuela”.
Y, como ejemplo, refiere:
-Mire: Hace como dos meses, hice en el Hospital “Antonio María Pineda” mi último intento, y allí entonces me mandaron a efectuarme varios exámenes en privado, pero resulta que, cuando me dijeron el precio sólo de los dos primeros, simplemente desistí del intento: Me pedían 270 dólares por los dos. Imagínese: Dólares. No bolívares. Y sólo dos exámenes.
“Y aquí estoy…»
-Total, que aquí estoy –dijo– padeciendo este infierno que significa vivir cargando día y noche una colostomía en el cuerpo, y máxime, de paso, cuando la pura bolsa plástica de la misma tiene un valor de Bs. 50.000 en este momento, lo que me obliga a usar cada una por tiempo indefinido, con el riesgo de contaminación que ello implica para la salud. Pero, ¿Qué más voy a hacer…?
Por último, solicitó Gámez a cualquier persona generosa una colaboración para poder mantener de alguna manera su tratamiento, “para lo cual me pueden llamar al teléfono celular N° (0424) 5612531”.