El vozarrón del bolivariano Clintonvizquel, rasgó el silencio del pent ¡jau! o más bien palacete, propiedad de sus amantísimos padres, los no menos bolivarianos, Güiliamsfreddy II y Yakelíngertrudis, sito en Fisher Island, Mayamis Bichos, vecindario con el per cápita o per cogote, más elevado de todos los Yunaites Estates of América y alrededores. El reloj de pie, tipo carrillon, con incrustaciones de oro, marfil y testículos de tucusito, marcaba las 3:00 a.m..
– ¡Sálvanos Madre de la Santa Cachucha y santo Niño de Atocha ! – volvió a desgañitarse, Clintonvizquel.
Los lectores, se servirán recordar que el suciodicho “menorcito”, tiene 31 años bien cumplidos; que no pasó de tercer grado de educación primaria; que no ha dado golpe en su vida, lo que no ha sido óbice para enriquecerse, ilícitamente por supuesto, con decenas de millones de dólares, como digno representante de las nuevas (des) generaciones bolivarianas, epígono del “Hombre Nuevo”, que tanto desveló al Comandante Eterno, antes de estirar la pata, envenenado por los hermanos Castro, a causa de tomarse a pecho los ofrecimientos de estos últimos, para engatusarlo, para vivírselo, comérselo, en el sentido que muerto Fidel – que ya andaba pidiendo pista- , él, es decir, el envenenado radiactivamente a la postre, iba a ser ungido como supuesto ¡Presidente de Cubavén o Véncuba! ¡ Ah bicho, bien bolsa, ése!
En cuanto a los suciodichos, Güiliamsfreddy II y Yakelíngertrudis, pelabolas de solemnidad antes de darle una patada a la pobreza con, los negociados de Cavidi, Mercal, Pdvsa, con las compras de comida no apta para consumo humano de los Clap, se avalanzaron sobre el “menorcito” para averiguar la causa de sus alaridos.
– ¡Ay, mamita, es que he tenido una pesadilla horrible: que habían derrocado al camarado, Evo, que el próximo era el camarado Maduro y que vienen por nosotros, sus honestos compinches.
– No te angusties, mi querubín, que todo eso, tan solo fue una pesadilla.
Y al arrullo del “Sana, sana, culito de rana” de su amantísima progenitora, Clintonvizquel, pescó otro camarón, ignorando que lo que ha comenzado, no lo para nadie.