Por: Saskia Luengo
Podría decir que es el español más venezolano que habita estas tierras.
Podría escribir, también, que es el venezolano más español.
Pero, lo cierto es que Boris Izaguirre es imposible de encapsular en títulos y estereotipos, porque su nombre suena a libertad, alegría y mucha valentía, pero por ningún lado susurra gentilicios ni etiquetas.
Aunque él quisiera apartar la nostalgia sobre Venezuela porque “en estos momentos no le favorece mucho al país» sí afirma, con dulzura, que su melodía favorita son los grillos y sapitos, rememorada por todo el que haya vivido una noche caraqueña.
Periodista desde los 8 años
Una de las características que resalta en Boris es su tremenda determinación por seguir su camino, de hecho, nos dice que su rumbo profesional, como periodista, lo decidió siendo apenas un niño:
“Mi colegio de primaria, Montecarmelo, tenía una asignación que era editar un periódico. Yo fui su director muy pronto, antes de los 8 años, sin saber leer del todo, por mi dislexia.
Pero confiaron en mi capacidad de sacar adelante temas interesantes y porque publicaba poesías de algunos de los compañeros del colegio.
Me hizo muy popular, por cierto, todos los chicos querían publicar sus poemas”.
“La estigmatización de mi sexualidad provenía de los mayores”
De sus tiempos en el Liceo Fernando Peñalver, excompañeros del colegio le describen como una persona muy culta, como alguien muy ácido, muy divertido y desparpajado.
“¡Me encanta el Fernando Peñalver!
Ten en cuenta que yo venía de un colegio privado, muy especial, para hijos de intelectuales de izquierda como era el Montecarmelo.
Fue mi decisión no seguir estudiando en otro colegio privado sino ir a uno público, porque creía que así iba a conocer mejor al país.
Lo que encontré fue libertad, amor, diversión, exposición, debate, educación.
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Mi profesor de castellano era alguien maravilloso, Rubén Darío se llamaba.
Me echaron porque, como subdelegado de clase, autoricé sin consultar el que acudiéramos a una marcha ante el Ministerio de Educación. Esa expulsión acabó un poco con mis aspiraciones académicas en Venezuela, pero mi recuerdo del Fernando Peñalver es siempre maravilloso”.
Entre las historias que recuerdan sus contemporáneos en ese liceo fue una ocasión en la que salió a hacer educación física con un kimono rojo de seda “con las hilarantes consecuencias que eso podía traer”.
“Sí, es cierto. Mis padres habían viajado a Japón y trajeron unos kimonos de Japan Air Lines y me parecía extraordinario ir vestido así a la clase de educación física.
No le parecía igual a nuestro profesor, quien me humilló bastante.
Era muy guapo, muy joven, quizás verme así le despertó algo que no podía controlar.
Reconozco que me habría gustado tomarme más en serio esas clases, porque luego he entendido que el ejercicio es la única manera de tener buena figura; y buena cabeza”.
Podemos imaginar lo que ser gay significaba para un muchacho de la Caracas de entonces.¿Qué fue lo más cruel que te pasó en ese sentido? Y ¿Cómo lograste superarlo?
“Mis compañeros eran absolutamente leales a mí. Defensores, sobretodo las mujeres, animadores, me seguían en todas mis ideas.
Era más bien con los adultos que las cosas se hacían más complicadas.
Los peores ataques, la estigmatización de mi sexualidad, la censura, todo provenía de los mayores, profesores, directores, padres”.
“José Ignacio fue todo para mí”
De un hijo que lleva con tanto orgullo sus apellidos, “era hijo de Belén Lobo y Rodolfo Izaguirre. Un título que me encantaba y me sigue encantando” surge como recuerdo anecdótico -justamente- uno relacionado con la profesión de su madre, una gran bailarina, maestra e historiadora de la danza, y quien formaba parte de la generación pionera de la actividad dancística venezolana en los años 40.
“Mi mamá siempre contaba que una tarde mi papá me llevó a recogerla en sus ensayos de la compañía de danza donde trabajaba; ella acababa de terminar una rutina, un movimiento en el que al final se derrumbaba y yo me alarmé muchísimo y corrí hacia ella creyendo que le había pasado algo.
Ella me miró súper seria: ‘Boris, estoy trabajando’.
Me quedé muy impresionado”.
Y es que el Boris Izaguirre de hoy, periodista, presentador, escritor, guionista, fue amamantado con arte, con literatura, con unos padres como los que tuvo, vecinos como Adriano González y un sinfín de personalidades de la intelectualidad venezolana de entonces.
No sin razón fue uno de los escritores de la telenovela venezolana, en la mejor de sus épocas.
De la influencia que, en esos tiempos, tuvo José Ignacio Cabrujas en su vida relata:
“Absoluta. Absoluta. Absoluta. Su manera de ser, su pensamiento, su voz, cómo escribía interpretando él todos los personajes, su rapidez, su humor -que era permanente-.
José Ignacio fue todo para mí y sin embargo no sé cómo traducirlo en palabras”.
“Animal de Frivolidad” nos recuerda sus inicios en el mundo profesional, columna que comenzó a los 16 años y cuya etapa resume con una palabra: Poder.
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“Era pésimo estudiante, descentrado y la columna me dio disciplina, entregarla a tiempo, que estuviera bien escrita, bien editada (lo más importante para mí).
Tomás Eloy Martínez, escritor y periodista argentino, dirigía Séptimo Día en esa época y fue él quien tuvo la idea. ‘Escribe sobre todo lo que haces siendo menor de edad y será genial’. Y tuvo razón”.
¿Qué queda de ese “personaje” que describía la fauna frívola de los 80 venezolanos?
“El ojo. Y el amor por la prensa escrita. Es mi base, mi formación, mi escuela”.
Mientras que, hablando de los nuevos tiempos y las redes sociales:
“La mayoría de los escritores que me gustan, que me enseñaron tanto la vida como mis intereses, fueron antes periodistas: García Márquez, Mark Twain….
Eso es lo que me interesa del periodismo, su capacidad de formar, de trascender al hecho de ofrecer noticias construyendo una manera de pensar, una educación.
Es probable que eso solo lo pueda ofrecer un periódico, un equipo de personas entrenadas y educadas en una idea de periodismo. Y probablemente las redes sociales se valen de demasiado individualismo”.
Comandante Glamour
En la Venezuela del siglo XX existía un canal de TV (Radio Caracas Televisión) que luego de 53 años fue cerrado tras una orden del entonces presidente Hugo Chávez, finalizando así sus transmisiones el 27 de mayo de 2007, frente a la mirada atónita e incrédula de millones de venezolanos que pensaron, hasta el último segundo de las 23:59 de ese día, que se trataba de un hecho irreal.
Años antes, Boris Izaguirre estaba entre sus filas, escribió junto a José Ignacio Cabrujas novelas como La Dama de Rosa, Rubí Rebelde, entre otras de gran éxito internacional.
¿Alguna vez fuiste botado de algún trabajo por irreverente?
“Me botaron de RCTV en 1990. Fue duro.
Pero no por irreverente, porque no encontraban cómo encajarme.
Ese mismo año me hicieron una oferta para escribir una telenovela en Argentina, me fui, de allí me ofrecieron trabajar en España y ya no volví. En realidad, esa botada fue más bien beneficiosa.
En El Nacional me invitaron a escribir con seudónimo, durante la gestión de un director que se jactaba de no tener trato con maricos.
Ibsen Martínez me sugirió que firmara como ‘Comandante Glamour’ y así publiqué algunas notas en Pandora”.
“La suerte siempre me ha parecido un lastre del subdesarrollo”
En España ya tiene décadas, aquí se ha enamorado de su sabor favorito: Rubén; ha hecho una vida de éxito profesional y se considera un hombre feliz.
En tu twitter te describes como “Escritor, presentador de televisión y ¡vaya suerte!”
¿Crees que la suerte es inherente al éxito y la felicidad?
“Jajajaja, quería mas bien poner Happy Go Lucky, es una expresión que durante un tiempo me pareció muy coherente conmigo mismo. Creo mucho en que el sentido del humor mejora la vida, indiscutiblemente.
La suerte siempre me ha parecido un lastre del subdesarrollo. Ese esperar a que todo se resuelva solo, bien por un milagro o un golpe de suerte.
Sin embargo, cuando pienso en Rubén y yo, por ejemplo, sí creo que hubo algo de suerte, en conocernos, la forma de conocernos.
Pero luego hubo mucha lógica en asumir que era amor a primera vista. ‘Esto no se me va a escapar’ decidí. Y bueno, la combinación de lógica y golpe de suerte, funcionaron.”
La playa de Muro en Galicia es el paisaje que su memoria prioriza, aún así, Venezuela se mantiene en su mirada. De los más de 10 libros que ha escrito, al menos tres novelas son sobre ella: Azul Petróleo, Villa Diamante y Tiempo de Tormentas, “ellas pueden responder mejor que yo lo que extraño de Venezuela”.
Gabriel García Márquez decía “El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar”.
¿Qué te inspira a escribir? Y ¿Para quién escribes?
“Escribo para mi lector desde “Animal de Frivolidad”.
Jamás lo he hecho para mí.
Y después, para mis personajes. Mi momento favorito escribiendo es cuando los personajes se apoderan de mí y de lo que estoy escribiendo”.
¿Qué tienes en el tintero? Tu próxima obra.
«No me gusta hablar de lo que estoy escribiendo. Pero estoy terminando el libreto de una zarzuela para el Teatro de La Zarzuela y también dos guiones».
Boris Izaguirre, amante del aroma del vetiver, 55 años, una biografía que multiplica ese número y una picardía que lo divide. Un personaje que no deja de sorprendernos, de cautivarnos y de sacarnos una sonrisa que, aunque los tiempos de mascarilla la escondan, siempre nos alegra el alma, retornándonos a lo esencial.
Fotos: Carlos Ruiz
Excelente entrevista! conocer los orígenes de Boris es entender como crece una persona que nunca pasa desapercibida.