Por: Saskia Luengo
Son las 2 de la noche en Madrid y pasear por la ciudad se asocia con la movida nocturna de caña, baile y diversión.
Pero, como Madrid siempre sorprende, paseando por la calle Hortaleza de Chueca nos encontramos con una iglesia abierta y un cartel a la entrada que dice “Pida lo que necesite” cerca de otro en el que lees “Deja lo que puedas”.
Y es que este templo, originalmente hecho para la oración, hoy es un lugar en el que los bancos para arrodillarse fueron sustituidos por platos para servir comida; los nichos de los santos son precedidos por mesones para donaciones y la oscuridad de la iglesia nocturna es un lugar iluminado y fresco en el que Willie, congolés perteneciente a la organización “Mensajeros de la paz”, recibe a la gente que necesite cobijo, comida, psicólogo, abogado o, simplemente, una palabra de aliento.
Se trata de la Iglesia de San Antón, un templo con valor artístico, de hecho, entre sus joyas hay una urna de madera dorada y cristal, en la que se encuentra San Valentín Mártir, patrón de los Enamorados.
Y, si algo se necesita para esta misión, que adelanta Willie y todos los voluntarios del lugar, es amor.
“Hemos salvado de suicidarse a muchos” nos dice este congolés que llegó a España para quedarse y que siente que se “ganó la lotería” al conseguir esta misión en la que ayuda a los que lo necesiten las 24 horas al día, los 365 días del año.
“No hay otra iglesia como esta porque no somos chinos, que copian todo” bromea este hombre que, con alegría y dulzura, ofrece sus noches a una causa que salva vidas y devuelve alegrías.
Nos despedimos de Willie cuando recibe a una mujer hondureña que se quedó sin trabajo y “sin un duro para comer” y a quien, como bienvenida, se le ofrece un bocadillo y agua fresca.
Nos vamos del lugar con la dulce sensación de que la humanidad, después de todo, sí tiene remedio.