Luis Álvarez vive fuera del país desde hace años pero un luchador consecuente en la ruta de rescatar la Democracia. Siempre está en clima de análisis y como miembro del Movimiento DECODE nos hizo llegar esta apreciación sobre la realidad nacional.
VACIO DE PODER
En Venezuela el Poder político y militar está concentrado en el Presidente Nicolás Maduro y en las cúpulas de las Fuerzas Armadas y el PSUV, ellos manejan bajo su absoluta discrecionalidad las elecciones, la justicia y el dinero de la nación. Pero con todo y ese inmenso poder no tienen como solucionar los problemas cotidianos de su gente. Hasta ahora han hecho malabarismos con la poca producción nacional que ellos mismos concentran y reparten, pero como cada día es más escasa el pronóstico es que acá en Venezuela no habrá para nadie, ni siquiera para quienes han disfrutado del privilegio de la carnetización oficialista.
La raíz de este drama es archiconocida, se trata de la aplicación de un modelo comunista que arrasa con la propiedad privada y con ella se lleva el estímulo de quienes producen riqueza y así todo termina en una pobreza colectiva. Es muy simple, muy sencillo, no tiene vueltas como dicen los campesinos.
Entonces resulta que todo el Poder concentrado en los actuales gobernantes está montado sobre una base de barro que no resiste el embate de realidades sociales extremas, como pueden ser disturbios anárquicos que no responden a proclamas partidistas sino que nacen de la angustia y el desespero. Este Poder oficialista, dentro de un escenario explosivo para sostenerse tendría que decantarse hacia el uso masivo de las armas de fuego como factor de control, lo cual abriría las puertas a insurgencias latentes y acciones concretas de la comunidad internacional.
Por su parte la Oposición también lo tiene todo y no tiene nada. Es representación del cambio político que todo el mundo anhela pero no ha tenido la estrategia apropiada para operar este cambio por vía electoral.
Cuando una sociedad está inmersa en una crisis tan profunda que socava sus cimientos, inevitablemente y por vía inercial es víctima de cambios violentos e imprevistos. Ningún país puede sostenerse dentro de la inestabilidad que hoy vemos en Venezuela, como un árbol con sus raíces podridas su caída será inevitable, la incógnita es que nadie sabe para qué lado caerá y a quienes aplastará.
Jorge Euclides Ramírez
Foto: Cortesía