Crónicas Bolivarianas: Guerra a lo Lewinsky < El Informador Venezuela
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Crónicas Bolivarianas: Guerra a lo Lewinsky

Diosdedos, en volandas, se encaramó en el primer avión rumbo a Corea del Norte. No precisamente para constatar -cinta métrica en mano- cuál de las dos panzas, la suya o la del gordito Kim Il-Un, registra dimensión más colosal.

En cuanto a Narcolás, torturador, guisador, depredador del medio ambiente y de la Tesorería Nacional, traficante de todo lo que sea ilícito, en lugar de dar la cara, como un varoncito, a la Asamblea General de Naciones Unidas que se celebra en NY y, de paso, aprovechar las noches septembrinas, como el año antepasado, para salir a tomar fresco, sin guardaespaldas (¿se dice, guardaespaldas o guardanalgas? en estos casos) por las callejuelas de Harlem, de Brooklin, del Bronx, para conversar con los viandantes, en su ínglish: “Tú, Tarzan. Mí, la mona Chita”, se fue con su música y su culicardia, hasta la antípodas del Kremlin a posar como todo un hijo de Putín, junto a este último, para echárselas de guapo por creerse, apoyao.

Los pies en polvorosa, se produjeron con motivo de la adopción del paquete de medidas contra la narcosatrapía, con fundamento en el, TIAR o Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. El TIAR, no estaba muerto, estaba de pachanga.

Cada vez que Mr. Trump amanece con el peluquín atravesado y baraja sus opciones sobre la mesa, Narcolás, baraja las suyas bajo las faldas del proxeneta más cercano. Un día es Castro, otro Maradona, Piedad Córdoba, siempre está prenotada, para pasar por taquilla.

Mientras viajaban los capos mayores, para proteger sus pellejos, el generalote Madrino, cubría la retaguardia. Todo vale ante el hipotético desembarco de los marines. Rodilla en tierra ¡jamás! Tal posición es indigna de todo soldado de la gloriosa FANB. Rodilla en la alcoba es más querendona. A lo Mónica Lewinsky, que fue como se le puso “suciodicho” al írsele los tapones, de solo tener a Castro de cerca. Orondo de su proeza guerrera, el propio arrodillado, fue quien calentó las redes sociales con las fotografías. Cualquier varón normal, después de semejante bochorno hubiese optado por el suicidio. La de militar es la segunda profesión, para algunos. La primera, ponerse de hinojos y manos a la obra.

Chávez vive y la depravación prosigue.

Omar Estacio Z.
@omarestacio

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