¡Campeones! Un grito que la afición larense tuvo atorado en su garganta por 25 años, un grito que acompañaba el sin sabor de seis finales perdidas acuestas, un grito de desahogo que retumbó en todo un estado aquella noche del 29 de enero de 1991 cuando sus Cardenales consiguieron su tan anhelado primer título.
Un equipo de jóvenes hambrientos de revancha, buscando en aquel juego seis darle la estocada final a unos melenudos que un año atrás, les negaron el sueño campeonil en una guerra final definida en siete batallas.
Infante, Sojo, Bell, Whiten, Pérez, Knorr, Espinoza, Estrada y Escobar eran los hombres que presentaba en el campo dicha noche el mánager Domingo Carrasquel. El norteamericano Bell anotó la única rayita de ese encuentro, mientras que el picheo crepuscular ayudado por una excelsa defensa de José Escobar en el infield mantenía en cero a la temible ofensiva caraqueña.
El texano Mike Timlin afrontó con gallardía a cada bateador durante las últimas dos entradas de ese encuentro, como lo hacían sus antepasados en aquellos duelos de pistoleros del viejo oeste norteamericano.
26 caraquistas estaban fuera, el parque Don Antonio Herrera Gutiérrez de Barquisimeto parecía un volcán a punto de estallar. Erupción que llegó cuando Sojo tomó el rolling y le entregó la pelota a Estrada para el último out.
Toda Barquisimeto fue una fiesta, familias enteras salieron a las calles a festejar. Raúl Colmenarez, quien fungía como alcalde de la ciudad decretó día de júbilo para que el pueblo celebrará la victoria por todo lo alto.
Ese momento marcó el inicio de la era dorada de los Cardenales, una generación de jugadores que en los siguientes 10 años conseguirían tres gallardetes más para la causa (98,99 y 2001).
Desde entonces pasaron 18 años para que una nueva generación de pájaros rojos volviera a colocar a Lara en lo más alto de podio.
Alberto Díaz Peluso
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