Este es un tema que después de más de 2 mil años de la fundación de la religión del cristianismo por Jesucristo, sigue suscitando polémicas, preguntas, dudas, críticas y diferentes opiniones entre sus seguidores y estudiosos. Lo cierto es que en torno al mismo no hay acuerdo permaneciendo inconcluso hasta ahora. Ello lo hace el personaje qué más influido en la historia y vida del hombre en sus variados afectos religiosos. De ese modo en la cultura judeocristiana Jesús ocupa un primer plano como el predicador del: amor, justicia, solidaridad, caridad, bien y pacifismo entre los hombres.
De acuerdo con la lengua griega en esos tiempos Cristo significaba rebelde, guerrillero, alborotador de lo orden sociopolítico existente. Por lo que las autoridades romanas de inmediato le pusieron el ojo vigilante. Ello tras la acusación en su contra hecha por los fariseos.
La espera de un liberador. Cuando Jesús irrumpe con su prédica religiosa en territorio de Palestina éste era dominado por el imperio romano. El pueblo judío (hebreo) clamaba por su liberación de aquella tiranía en lo político, económico, social, cultural y religioso. Estaban a la espera de un liberador político. Es lo que explica que el Domingo de Ramos haya sido recibido con jubilosa aclamación montado en un tierno asno. Por esa causa el centro de su discurso estaba dirigido contra los máximos voceros de la iglesia oficial: los fariseos para ganarse a los gentiles en contradicción con estos.
Pero en el seno del oprimido pueblo judío hubo decepción cuando Jesús afirma que: “Mi reino no es de este mundo” con lo cual en parte firma su sentencia de muerte. Igual ocurre cuando le preguntan sobre el pago del diezmo o impuesto y llama a “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Otra vez la masa judía no lo comprende pues de acuerdo con el Viejo Testamento tenían la esperanza de recibir a un mesías o enviado que los liberaría de la tiranía de los romanos. Pero también podríamos estar ante un caso de desconexión comunicacional entre el líder y la masa.
El momento en que los ponen a escoger entre Jesús y Barrabás increíblemente optan por el segundo. El caso es que erróneamente a Barrabás se le ha presentado como un ladrón cuando en realidad no lo era. Por el contrario, se trata de un revolucionario que combatía al imperio romano con tácticas guerrilleras. Cuando robaba lo hacía con sentido político para costear su lucha.
Recordemos también que los romanos aplicaban el castigo de la crucifixión únicamente a sus opositores políticos por considerarlos revolucionarios cuyo objetivo era el cambio del sistema sociopolítico vigente.
Más religioso
Esa es la explicación de la muerte de Jesús en la cruz luego de esa acusación en su contra cuando en verdad no lo era. Los hechos demuestran que su lucha fue más religiosa que política lo cual no significa necesariamente que haya sido indiferente al sufrimiento de su pueblo. Pero en lo político no llena las expectativas liberadoras de los judíos a merced del sojuzgador imperio romano.
Pero curiosamente uno de sus propósitos era la restauración del reino de Israel. Un hecho inevitablemente con una connotación política que va más allá de lo puramente religioso. Su postura igualmente ante la violencia visto que no era un pacifista ingenuo. Llegó a utilizarla contra quienes se oponían a la proclamación de su reino de Dios como se aprecia en el libro de Lucas: “No he venido a traer paz sobre la tierra; No he venido a traer paz, sino espada.” Su prédica en el templo la acompañó con la expulsión por la fuerza de los mercaderes. La estrategia de la conciliación
O es que acaso como estratega se cuidó al ocultar los objetivos políticos de su lucha. Ello por supuesto de haber existido los mismos en su plan. También viene a colación el tópico del sometimiento ante el enemigo cuando llama a poner la otra mejilla cuando alguien es golpeado.
Un asunto en el que está de por medio la conveniencia táctica ante la necesidad inmediato de sobrevivir o salir airoso de una situación en la cual se está en desventaja. En este sentido hay quienes acusan a Jesús de conciliador en contraposición al rebelde. Y otra vez surge quizá la necesidad de la conveniencia táctica evitando la muerte. La explicación a esta postura del Salvador es que no hay que responder al mal con mal. Algo así como quedarse quieto o no hacer nada cuando se es objeto de un ataque.
Es así como llegamos a la dimensión puramente humana de su persona que enfoca el filósofo austero racionalista Joaquín Trincado, quien sostiene que era “Hombre y no Dios” en su libro con ese título. El hombre dotado de poderes extrasensoriales que estudia la Parasicología, entre éstas la levitación que le permitió desplazarse sobre las aguas del mar. Una facultad del más acá sin que obre la influencia de los espíritus o extraterrestres. Un libro y enfoque no aptos para dogmáticos por lo heterodoxo.
Son temas sobre los cuales podrían arrojar luces los escritos del Mar Muerto descubiertos en 1947. Los mismos permanecen celosamente depositados en el Vaticano a la espera de su estudio y conocimiento público. Son incógnitas e interrogantes de la extraordinaria vida de este personaje histórico que permanecen en el misterio y esperan por su despeje.
Con todo, no cabe duda de que fue un rebelde que desafió el poderío de la maquinaria político y religiosa de su tiempo. Un audaz ademán que pagó con su sacrificio en la cruz para ser llamado el rey de los judíos (I.N.R.I.). Pero perdura su eterno mensaje de la fe del hombre en Dios, su camino a la salvación. Un trágico final “¡Igual que un perro!” como el checo Franz Kafka sufrientemente cierra su magistral novela El Proceso. Ello en alusión a la falsa justicia que imponen los tribunales de las sociedades dictatoriales como la del imperio romano: el inocente siempre resulta culpable.
Freddy Torrealba Z.
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