Tengo en mis manos un libro recientemente editado, con un título subyugante y sugestivo: Festín de Baco. Su portada es una pintura de Caravaggio, circa 1597. El festín comienza al nomás hojear y mirar sus páginas, algunas de color vino tinto, un tono especialmente difícil de lograr en el espectro de las tintas de imprenta; descubro asimismo la alternancia con páginas de un tenue beige tostado y otras más claras donde se cuentan los festejos por el aniversario de La Confrérie des Chevalier, celebrados desde hace más de cien años en Francia.
La autora del libro es Carmen Luisa Plaza, venezolana, pedagoga musical y licenciada en letras, quien invita al lector a compartir su periplo de ocho días por la región de Borgoña, a través de palabras escanciadas en prosa y poesía por viñedos, cavas, catas, castillos, iglesias y mercados. Las citas, en manuscritas letras sepias, completan el viaje donde también se embarcan Píndaro, Ludovico Silva, Stevenson, Claudel, Omar Khayyan, Rabelais, y Cavafis.
Ya deben haber adivinado de qué trata el libro. Por supuesto: del vino, ese “caldo de los dioses” que hace de los sentidos un templo para gusto y regusto del elixir que la uvas han regalado a la humanidad desde que, hace muchos siglos, su jugo fermentó, se “enfiestó” y se transformó (o transmutó, como dice la autora) en un líquido que abre las puertas para que entren danzas, música, manjares, sueños y amores.
El rojo placer desordena los sentidos no solo de los iniciados en el festín báquico sino también de cualquier ser humano en cuyo paladar se regodean las pasiones del elixir a quien Carmen Luisa dedica su palabra y Eduardo Gómez Andara dedica su experticia como diseñador y diagramador. Un acierto y una apuesta más de Kalathos Ediciones, cuyo exquisito catálogo de publicaciones de poesía, hechas en España y que en pocos meses ha llegado a la docena con este libro dionisíaco, derrumba el mito de que con poesía no se venden libros.
La devoción por los libros y la lectura va más allá de lo que los investigadores denominan “el dato realidad”. Es un estado devocional que nos hace oler su tinta, acariciar sus páginas, bucear en el misterio de las grafías y escuchar la voz de quien escribe. Así leo yo y así pretendo que lean los demás…
Foto: Cortesía