El sazón navideña de la ‘Pequeña Venecia’ es omnipresente. Está deleitando paladares en cientos de ciudades, gracias a millones de migrantes venezolanos.
Tomás Páez Bravo, sociólogo y coordinador del Observatorio Venezolano de la Diáspora (OVD) Venezolana, explica que la diáspora es ganancia (…) porque tanto los países que acogen migrantes como el de origen, ganan en producción, talento y relaciones.
Así le declara a El Pitazo, cuyos cálculos ubican a venezolanos en 300 ciudades, en 90 países del planeta.
¿Se imaginan? ¡En casi medio mundo están comiendo hallacas y pan de jamón!
Migrantes contaron a ese portal que los manjares no saben igual allá donde están, a como saben aquí en su país, pero echan mano de todas sus habilidades culinarias, de los recuerdos de la familia y hasta de la tradición de las abuelas, para lograr el sazón más cercano a su tierra.
La idea es mantenerse cerca de ella, no perder el arraigo, y así los orientales incorporan a su hallaca productos del mar, algún zuliano le agrega plátano y los andinos garbanzos. Todo ello se fusiona, sobre una mesa navideña, con los platos propios de la región que los ha acogido.
El OVD estima que para 2020 el éxodo venezolano sobrepase los 6.000.000 de migrantes.
Por otra parte, y basándose en el contacto que mantiene con más de 1.000 asociaciones diaspóricas en los cinco continentes, el OVD sostiene que la migración venezolana ha servido no sólo para llevar los platos navideños a comensales en todo el planeta, sino para aportar recursos al país, toda vez que quienes están laborando y emprendiendo, envían dinerito a sus familias en Venezuela para que puedan hacer su cena.
Trabajar con la comida criolla, tal como muchos extranjeros lo hicieron en una Venezuela que se extraña, significa que en casi medio mundo, también están comiendo arepa, empanada, cachapa, tequeño, golfeado y otros manjares nuestros.