Venezuela perdió memoria de sus fines de semana engalanados por conciertos de música clásica en las diferentes salas de Caracas y otras capitales del país. Olvidó que era costumbre dominical hacer visitas a exposiciones pictóricas en las galerías de las ciudades principales, donde también con frecuencia se bautizaban libros y la intelectualidad activa y productiva con la cual contábamos era expresión de nuestro desarrollo cultural.
Las colas por la gasolina, la espera por el gas, el acomodarse al errático suministro de agua, el ingeniárselas para comer y no morir de hambre, el llorar la destrucción del país y seguir con la esperanza como hilo de vida, el estar en constante agonía y sin embargo persistir, ha impactado nuestra memoria y ya no tenemos lugar para recordar que un día fuimos una referencia importante en el mundo de la cultura, en el mundo de las ideas, en el mundo occidental. Hoy somos un atraso doloroso donde hay borrones grises sobre líneas hermosas de una nación donde la inteligencia era un valor admirado y la creación artística un triunfo que evidenciaba nuestro ascenso como sociedad estética. Hoy lo que mostramos al resto de plañera son profesores universitarios harapientos desconsolados ante las ruinas de que lo fueron sus casas de estudios.
Frente a estos escenarios dantescos donde se observa a la civilización vencida por el odio, la desidia, la obscuridad del alma, en la ciudad de Carora, donde se sufre con singular inclemencia de sed y de abandono, desde el rescoldo de su fuerza telúrica se levanta invicto el sentimiento de lucha espiritual que mantiene presentes y activos los valores de la caroreñicidad. Como muestra esplendorosa de esta lucha interminable, porfiada y victoriosa contra el olvido celebramos una misa donde el maestro Felipe Izcaray con coros y orquesta caroreños interpreto a Mozart y Haendel ante una feligresía fervorosa que previamente había recibido como regalo sacramental las palabras del Obispo Carlos Curiel, quien puso a volar el alma caroreña por el cielo acolchado de amor y fortaleza, al cual luego llegaron los cantos de aleluya a Dios salvador y protector.
ALIRIO DIAZ Y AMBROSIO OROPEZA
Una de las claves caroreñas para mantener su batalla incesante contra el olvido es que no deja morir a sus ascendentes, los mantiene vivos como en Comala, no los deja en fotos amarillas o archivos escondidos en feibu, sino que los pone delante de sus días de trajín y brega y con ellos como aliciente y ejemplo se adentra en las profundidades de los retos cotidianos. Eso hace Cecil Humberto Álvarez desde hace años y lo muestra al país con su novela más celebrada: Alirio, libro que es historia del gran guitarrista que fue y es Alirio Díaz, novela que es también historia caroreña, leyenda de su insaciable sed y de sus empeños para crear universos propios sobre la soledad cósmica de sus paisajes desérticos. Los caroreños decidimos bautizar este libro en Barquisimeto y por diligencias de Yuyita Chiosone con el Presidente del Colegio de Abogados, una buena persona como tantas que debemos rescatar del engaño, el acto se escenificó en la sede administrativa de este Colegio, ubicada en la Plaza Lara.
De esta manera. con el patrocinio del Casco Histórico de la ciudad de Barquisimeto, el Colegio de Abogados, Asocacu y el Movimiento DECODE, durante cuatro horas de compartir Alirio Díaz tocò guitarra encarnado en el maestro Valmore Nieves, Felipe Izcaray recordó la gesta cultural de Carora y como Cecil Álvarez ha sido gran protagonista de esta lucha por mantener la cultura como motor de la superación ética, académica y espiritual del Municipio Torres. Luis José Oropeza dictò una cátedra magistral de humanismo y templò los hilos de la emoción para rescatar la palabra esperanza de los claustros sombríos del pesimismo colectivo. El sacerdote Alberto Álvarez alzo vuelo de águila gigante hacia las cumbres de la caroreñicidad y con su luz de bondad y sabiduría llevó a la audiencia a los altares del compromiso con el futuro de dignidad que todos nos merecemos.
Por su parte María de Lourdes Ríos de Chiosone y Jairo García como anfitriones hicieron gala de de cordialidad y talento lirico para conducir el viaje a la ilusión por la ruta segura del afecto y la tolerancia,
Cerró el acto Jorge Euclides Ramírez recordando que el talento caroreño es una comunidad viva que integra generaciones antiguas y actuales tras el mismo objetivo de hacer persistir las causas nobles sobre el enanismo de ambiciones banales.
Con eventos como este donde el crisol de los más queridos paradigmas venezolanos se convierten en bandera de dignidad y futuro el Movimiento DECODE acompaña la fuerza de una sociedad que no se rinde ante el oprobio del vandalismo institucionalizado y ofrece su energía creadora al servicio de un camino donde la cultura es guía que planifica y orienta los empeños del alma.
Adelante Carora.
Jorge Euclídez Ramírez
Foto: Cortesía