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“El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular -porque promueve el bien del
pueblo- es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha
puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda
para un pobre, el mejor camino hacia la existencia digna. Por ello insisto en que “ayudar
a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver
urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del
trabajo. Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede
renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada
persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo. Porque no existe peor
pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo. En una sociedad
realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya
que no solo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento
personal…”
(Papa Francisco Fratelli Tutti n.162)

El resurgir de Venezuela pasa por la puesta en práctica de estos párrafos de oro del papa
Francisco que exige oportunidades para “una vida digna a través del trabajo”. Millones de
venezolanos están “pasando trabajo” para sobrevivir y muy pocos disfrutan de un trabajo
productor de vida para sí y para el conjunto de la sociedad. Saliendo de la actual locura,
debemos atravesar un campo minado de prejuicios y de falsas ideas como son los
divorcios entre capital y trabajo, entre realización individual y responsabilidad social y el
rechazo mutuo entre economía capitalista y sociedad solidaria, que bloquean el necesario
matrimonio bien avenido entre trabajo y capital. El futuro esperanzado de Venezuela pasa
por inversiones millonarias y renacer educativo que desaten las capacidades y talentos de
trabajadores con alta productividad. No basta superar la aberrante idea marxista de que la
esencia del empresario capitalista es sin remedio ser explotador del trabajador, por lo que
la liberación de este pasa por la muerte de aquel.

No sabemos cómo será la economía dentro de un siglo, pero hoy por hoy no hay en el
mundo más economía de alta productividad que la capitalista. Cosa que los comunistas
chinos descubrieron, aplicaron y lo usan como medio para afianzar su dictadura política y
el desarrollo económico de su país. En contraste vemos el fracaso de Cuba, Venezuela y
Corea del Norte con su suicida anticapitalista y dogmático.

Hace dos siglos el capitalismo primitivo sin ley, ni ética, ni derechos de los trabajadores
dieron razón a la demonización del capital que condenaba a la miseria a millones de
proletarios, pero en la segunda mitad del siglo XX el instinto de salvación de Occidente
tras las dos terribles guerras apostó por la democracia de bienestar social con economía capitalista, retó al comunismo soviético dominador de toda la Europa del Este y lo derrotó
con la humanización del trabajo. La evidencia del fracaso comunista llevó a sus
trabajadores a derribar el Muro de Berlín y cambiar todo el Bloque soviético, incluido el
Kremlin y su Plaza Roja. Hoy también el capitalismo en nuestro país y en el mundo
necesita ética y leyes, pero una cosa es humanizarlo y otra matarlo.
En Venezuela para que el trabajo sea vida hace falta una economía capitalista floreciente
con inversión multimillonaria y con máxima iniciativa y creatividad de los trabajadores,
dotados de una educación competente propia del siglo XXI orientada a desatar su talento
productivo. Esa es la verdadera riqueza del país que solo será posible con la siempre tensa
relación entre iniciativa privada, estado de bien común y personas individuales con ética
solidaria.
Nuestra tragedia nacional es producto de un régimen con la falsa idea de que el capital es
enemigo del trabajador y que la realización de este pasa por el “exprópiese” que elimina
la empresa privada. Trabajo sin capital, con poca inversión, atrasada tecnología y
educación sin brújula, conlleva a una pobre economía de sobrevivencia y a una fuga de
trabajadores para casarse en otras tierras con el capital y la libre iniciativa emprendedora.
La vieja discusión socialismo=vida versus capitalismo=muerte o viceversa es destructiva,
atrasada y bloqueadora de la libertad creativa de los talentos de millones de venezolanos
fuente de nuestra futura riqueza. Necesitamos una renacida dirigencia empresarial y
política para dar un vuelco a la educación y formación profesional, promover Inversiones
con criterio actualizado. Visión estratégica con los trabajadores y su realización como la
clave para que en Venezuela renazca, como nunca, la productividad económica
humanizadora, de la mano de la política-social del bien común.
Doloroso y necesario aprendizaje para que la alianza entre capital y trabajo ofrezca vida a
diez millones de trabajadores.

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