“La situación del sector cafetalero del país se halla en estos momentos al nivel de casi total exterminio”.
La anterior manifestación provino del coordinador de la Asociación Nacional de Caficultores de Venezuela, Maximiliano Pérez, en declaraciones para este diario.
-Desde cuando el padre Gumilla sembró las primeras semillas de café en las riberas del río Orinoco en el año 1739 –destacó Pérez-, el café había soportado la esclavitud colonial, la guerra de independencia, la guerra de la Federación; soportó a delincuentes incendiarios de sabanas, pueblos y caseríos que, de paso, eran esclavistas de niños, tales como Ezequiel Zamora; soportó terribles dictaduras como las de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez, pero lo que no ha podido soportar la caficultura nacional es el espantoso desastre impuesto desde 1999 por el difunto Hugo Rafael Chávez Frías.
-Y a los números me voy: Según las cifras del propio Fondo Nacional del Café (Foncafé), en 1998, estábamos produciendo 1.550.000 quintales de café al año, de los cuales consumíamos en el país 950.000 quintales anuales, y, ojo, exportábamos 600.000 quintales.
-Y ahora resulta que, de acuerdo con las propias cifras emanadas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de Café Venezuela, en nuestro país solamente estamos consumiendo el 5.8 porciento del café venezolano, es decir, el producido en Venezuela, lo que, en otras palabras, significa que el 94.2 por ciento del café que estamos consumiendo es ahora importado de países como Nicaragua, Honduras, Brasil y hasta Costa Rica, por lo que es deducible que la producción nacional ha bajado en más de cien mil quintales, por cuanto el 85 por ciento de la industria nacional, como se sabe, es manejada ahora por Café Venezuela, y, siendo optimistas, este año llegaríamos si acaso a producir unos 200.00 quintales, por lo cual, de aquellos 600.000 quintales de café que antes exportábamos, ahora tenemos que importar más de 1.200.000 quintales al año.
-Y por todo ello, es incalculable el daño ocasionado en el ámbito ecológico, pues ha sido prácticamente destruida gran parte de la flora de las tres principales cordilleras del país, debido a la gran cantidad de caficultores que han tenido que dedicarse a sembrar caraotas y maíz para tener al menos con qué mitigar el hambre; es decir, sencillamente por razones de sobrevivencia.
Reinaldo Gómez