Crónica Viva | Por: José Luis Sotillo < El Informador Venezuela
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Crónica Viva | Por: José Luis Sotillo

Palavecino no es exclusivamente un área que ha permitido el desarrollo de nuevos urbanismos, al contrario, con la edición del Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano se recogió y rindió un homenaje justo, en gran medida, al hermoso e intrínseco patrimonio que refleja de algún modo lo que muestra el fondo palpitante de una población colmada de tradiciones y costumbres que son parte fundamental de la historia de las localidades.

Un tributo de admiración y respeto a la eterna figura de don Emilio Rodríguez, el popular “Chichero”; quien acaba de fallecer el pasado 29 de julio en su aposento o reino oculto del sabor, de su casi insuperable chicha, la cual fue conocida por toda una colectividad de palavecinenses, nativos y llegados de otras latitudes, quienes son testigos de la  sapidez que significó su gustoso secreto criollo.

Emilio Rodríguez, el popular Chichero. Foto cortesía Luis Perozo Padua

Con su constante ir y venir, se le divisaba andar en su particular vehículo adaptado, desde Los Rastrojos hasta la avenida Libertador de Cabudare, a media cuadra de la plaza Bolívar; evocando colocarse justo al frente de donde décadas atrás funcionó el famoso cine Juares, a un costado de la escuela de oficios Luisa Cáceres de Arismendi.

Su oficio verdaderamente consistía en preparar con un punto muy particular este brebaje que cautivó eternamente el paladar de todo un pueblo. Siendo Cabudare la tierra que testifico su nacimiento un 6 de abril de 1942.

En 1977 comenzó a concretar su ideal quehacer de expender chicha, inicialmente frente al Liceo Jacinto Lara. Luego cambió de punto hasta Cabudare Centro, donde edificó su propia fortaleza y la fortuna de no solo levantar a su familia con esmerado esfuerzo y tesón, sino también el alzar un cúmulo de reconocimientos, el de tantear el punto gustoso y complaciente de su referencial clientela.

Con su muerte no se acaba su tradición, al contrario, el pueblo de Los Rastrojos ahora es sucesor de esta inmortal bebida, popularizada en la esencia patrimonial de Palavecino. Hoy asumida por la descendencia de hijos y nietos, quienes llevarán la batuta eterna de la herencia viva de don Emilio Rodríguez.

Agua Viva fue un territorio bordeado por bucos o acequias utilizados para el cultivo de la caña. Estos también alimentaban algunas lagunas, las cuales servían de almacenamiento de agua para los ciclos largos de veranos. Y así, dichos raudales eran una prioridad  para la industria papelonera existente en el Valle del Río Claro, cómo en los asentados en el Valle del Turbio, desde tiempos remotos.

Estos raudales significaban todo un paseo de aguas de entrañable pasado, y con ello, revivir los comentarios de quienes incluso acostumbraban a recoger el preciado líquido en latas mantequeras o chirguas, sobre el lomo de una bestia.

Zum zum

Cursos de agua enumerados por su importancia y recorrido, siendo el primero de ellos el pozo de las Cruces, luego las recordadas piscinas; de allí el buco de la Peñita, la Tapa e’ Lope, la Ceiba de yuca; que iba a terminar en la laguna de las Germanías.

Continuaba el Zum zum o yagrumo, el Yabito, el Pele lojo o pan de palo, el Limoncito, el pozo de Belén, el propio Cacho e venado, luego continuaba al Bucare que se empalmaba con el Buquito, más abajo el pozo de las Piedritas o Acequia honda, el del Peñusco, el buco del Cafecito y el pozo del mismo nombre que sería el primer hoyo abastecedor de agua por tubería que iba hacia el caserío Agua Viva. Y así sucesivamente otros raudales menores que aprovecharían para regar las cañas de las haciendas vecinas.

Entre las lagunas estaban: la laguna de Agua Viva, hoy tapiada con relleno de escombro y basura. La laguna de Juan Vásquez, desaparecida; la del Tamboral, que está hoy en día dentro del núcleo de Agronomía y Veterinaria; la propia laguna de las Germanías, conocida también como la del Caimán, y por último, el pozo de la Cuchilla de paja, la cual era alimentada con aguas de lluvia y de las caídas provenientes de la serranía de Terepaima.

Laguna del palenque

Las quebradas adyacentes son las del Tomo, Taburito, Rio Claro y un tanto más distante la ancestral Tabure, venas o ramificaciones nacidas bajo la tutela de las alturas de Terepaima; sin dejar de lado las quebradas Guamacire y Agua Blanca, que también aprovechaban a través del buco llamado Sigalero y el pozo de la hacienda el Palenque cercano a las Cuibas, que es llenado con aguas de lluvia y raudales. Inventario poco nombrado en los actuales tiempos.

La bendición de Dios les llene grandemente, será hasta la próxima entrega.

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