En la provincia de Salta, Argentina, un sacerdote católico hizo frente a un joven delincuente que intentaba robar en la respectiva casa parroquial, con el que se enfrentó a los puños, para después asestarle un silletazo y hacerlo luego huir, para lo cual lo encañonó con un fusil de aire comprimido que era de un hermano fallecido.
El hecho ocurrió cuando el sacerdote, llamado Juan Eduardo Jotayan, descubrió que un joven de aproximadamente 25 años de edad había ingresado a la iglesia en la madrugada, para intentar robar.
Es la cuarta vez
“Estaba en mi dormitorio casi dormido, mirando las noticias –relató el cura–, y en un momento sentí un ruido en la puerta de la entrada. Me levanté de inmediato, porque es la cuarta vez que me entran a robar, y uno ya vive alarmado”, confesó el sacerdote acerca de la inseguridad que viven en la zona.
“Prendí de golpe la luz, y me encontré con un tipo en la casa. Él ya había roto las rejas y la madera”, relató Jotayan sobre la secuencia previa a la pelea.
“Nos agarramos a las trompadas limpias; fue una cosa tremenda”, aseguró el sacerdote, quien también narró que el ladrón logró pegarle en varias oportunidades en las costillas y en el rostro.
“Le partí una silla en la espalda, pero él se equilibró para no caerse, así que saqué otra, y se la partí en la cabeza”, agregó.
Las dos sillas quedaron destrozadas, producto de la fuerza que utilizó para golpear al joven delincuente.
Aire comprimido
Pero la secuencia del enfrentamiento no terminó allí: “Aproveché para salir corriendo a la habitación y buscar un rifle de aire comprimido que era de mi hermano militar, y que ya falleció”.
Jotayan apuntó el arma contra el ladrón y lo amenazó: “Si no te vas de acá, te perforo la cabeza a tiros”.
“Él estaba paralizado y también tratando de normalizarse después del ataque con las sillas”.
“Todavía no puedo creer la barbaridad que le dije”, reconoció el sacerdote.
Finalmente escapó
La situación hizo que el joven se escapara del lugar sin poder llevarse nada.
“Salió corriendo por las escaleras. Luego, salió por la cancha, y huyó”, relató, añadiendo que iba por detrás de él para cerciorarse de que realmente se había ido del predio de la iglesia.
Después de tal escena, el sacerdote agradeció que los golpes no le fisuraron las costillas, aunque tuvo muchos dolores musculares. También manifestó que no recuerda si se durmió o se desmayó, pero reveló que un médico lo revisó y le colocó una serie de inyecciones.
Cuando Jotayan logró recuperarse, denunció el hecho en la comisaría.
Fuente: Cactus 24