Él es Benito Peña, un profesional de la educación que, como muchos otros, ha tenido que hacer a un lado sus actividades dentro de las aulas de clases para dedicarse al comercio informal.
El profesor Benito ya no lleva en sus manos lapiceros, ni marcadores para pizarras; ahora carga con un termo de café y un paquete de vasos pequeños. La metodología pedagógica que aprendió en sus cinco años de estudios universitarios para orientar y enseñar a sus estudiantes, la cambió por estrategias de ventas y pregones para convencer a sus clientes de tomarse el ‘negrito mañanero’.
23 años de servicio de en la unidad educativa ‘Siso Martinez’ y en el ‘Eladio Del Castillo’, no fueron suficientes para que el docente pudiera mantener en la actualidad a su esposa y sus tres hijos. Tomó la decisión de invertir el risible sueldo que devenga y comprar dos kilos de café. Es con el ingreso de la venta diaria que puede ‘medio cubrir’ las necesidades básicas de su grupo familiar. Un reflejo de la precaria situación por la que atraviesan los educadores en nuestro país.
Benito, el ‘cafecero universitario’ enfrenta día a día este nuevo oficio con la pasión que caracteriza a los venezolanos. Su mirada no refleja pena, sino un brillo que transmite esperanza y ansias de que retorne el país en el que con el sueldo, un profesional mantenía a su grupo familiar y aseguraba un retiro seguro.
Foto: Julio Colmenárez