La pandemia de la Covid-19, el confinamiento y depredadores encerrados en sus casas creó un cóctel explosivo que provocó un gran aumento de abusos sexuales en línea contra niños de todo el mundo, advirtieron oenegés y policías.
Varios pederastas aprovecharon las restricciones vinculadas con el COVID-19 para entrar en contacto con menores, a menudo en países en desarrollo, como Filipinas o Indonesia, vía las redes sociales, sitios de videojuegos o el “dark web” (Internet oscura).
En Australia, la policía federal recibió más de 21 mil denuncias de abusos sexuales contra niños en los 12 meses anteriores a junio, 7 mil más que en el año anterior.
La policía atribuye “directamente” estas “increíbles” cifras al hecho de que los pederastas y los niños, sin escuela, pasaron más tiempo en sus casas, según Paula Hudson, investigadora de la policía federal australiana.
“Los confinamientos relacionados con el COVID-19 han creado un cóctel explosivo propicio para que haya una explotación sexual en línea de los niños” constata en Manila John Tanagho de la oenegé International Justice Mission (IJM), que lucha contra los tráficos sexuales.
El gobierno filipino ha registrado un alza espectacular del 260% de denuncias de abusos contra niños entre marzo y mayo, período de estricto confinamiento en el país, indica la Unicef.
Los investigadores han incluso “visto foros específicos en los que se debatía sobre las oportunidades que se presentaban durante el covid”, y uno de estos foros contaba con más de 1.000 miembros, según Paula Hudson.
Abusos en directo
En los países en desarrollo donde las familias encerradas en sus casas han perdido empleo e ingresos, los niños a veces resultan explotados por sus propios padres, que divulgan imágenes en directo para depredadores de países ricos, a menudo con un simple teléfono.
“Los abusos responden a un pedido, pagados y consumidos en directo por criminales de todo el mundo, que no necesitan alejarse del confort de sus domicilios”, afirma Tanagho.
Estos niños sufren abusos durante dos años en promedio, antes de terminar socorridos. Y aunque la ayuda llegue, el trauma persiste.
Según Mellanie Olano, trabajadora social para la oenegé IMJ en Filipinas, los niños víctimas están frecuentemente en estado de alerta, padecen problemas de sueño, y no pueden concentrarse o controlar sus sentimientos.
En Indonesia, país convertido en terreno propicio para los abusos sexuales contra niños, igual que en Filipinas, cerca del 20% de los jóvenes aseguran haber visto comportamientos depredadores en línea, según una investigación de la red Ecpat que lucha contra la explotación sexual de los menores.
La policía de Java occidental descubrió recientemente un grupo en la mensajería Line que proponía “shows desnudos” en directo con varios menores.
Así, una chica de 14 años fue impulsada a hacer un estriptis en línea mientras sus padres creían que hacía sus deberes en su habitación. Durante la pandemia, este grupo llegó a tener 600 miembros.
Videojuegos
Los pederastas también acuden a las plataformas de videojuegos, según destaca Glen Hulley, expolicía australiano que trabaja para la oenegé Project Karma.
“Lo que hemos visto frecuentemente durante el confinamiento es a criminales que intentan hablar con niños a través de aplicaciones populares entre los jóvenes, como las plataformas de videojuegos con mensajerías integradas”
Se hacen pasar por jóvenes, pretenden ser un Youtuber famoso, o incluso una estrella como Justin Bieber, explica el expolicía.
Los niños explotados no proceden únicamente de países en desarrollo. A principios de noviembre, la policía australiana detuvo a 14 hombres sospechosos de haber producido y compartido contenidos que muestran abusos sexuales, e identificó a 46 víctimas, de las que 16 venían de una sola guardería en Australia.
En Alemania los investigadores indicaron en junio haber identificado a unos 30.000 sospechosos de una red pederasta en línea “muy inquietante”.
“Cuanto más se investiga más se descubre a pederastas” dice Paula Hudson.
Pero John Tanagho lo considera de otra manera, más pesimista. “Es un problema enorme, y mundial (…) y solamente vemos la punta del iceberg”, asegura, y apela a los grupos tecnológicos para que desarrollen instrumentos para detectar los abusos sexuales.
Foto: AP