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Peruanos recurren a plantas medicinales ante avance de COVID

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La vendedora de jengibre Dora Aquino usa una máscara en medio de la pandemia de COVID-19 mientras trabaja en el mercado mayorista en Lima, Perú, el viernes 12 de febrero de 2021. (AP Foto/Martín Mejía)

La artesana Olga Mori, que vive en un barrio sin agua ni luz cerca del palacio presidencial, confía más en una infusión de plantas que en el colapsado sistema de salud de Perú para protegerse del coronavirus.

Aunque enfermó dos veces de COVID-19 nunca fue al hospital tras ver en la televisión cómo muchos morían luego de ser ingresados. Permaneció en casa y bebió una mezcla de eucalipto, jengibre, matico, cebollas, limón y miel. “Era la única solución”, dijo la mujer de 61 años.

En enero, con la llegada de una nueva ola de infecciones, los nosocomios colapsaron y dejaron de recibir pacientes. Muchos peruanos buscaron entonces protegerse preparando remedios naturales y ante la falta de dinero para comprar medicamentos en las farmacias.

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Las mujeres de la comunidad indígena Shipibo-Konibo Olga Mori, a la derecha, Orfelinda Sanancino, a la izquierda y Silvia Ricopa hacen una infusión de eucalipto, jengibre, matico, cebolla, limón y miel que ofrecen gratis a los vecinos en medio de la pandemia de COVID-19 en el barrio Cantagallo de Lima, Perú. (AP Foto/Martín Mejía)

La Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud peruano coincidieron en que no hay evidencia científica de que las plantas reduzcan el riesgo de contagio o los síntomas del COVID-19.

Pero eso no persuade a Mori, quien nació en la Amazonía, pertenece a una familia de la etnia Shipibo-Konibo y aprendió de su abuela el poder curativo de las plantas, un conocimiento que llevó consigo cuando migró 25 años atrás al barrio limeño de Cantagallo.

Una mañana reciente la mujer hervía hojas de matico y eucalipto en una olla cuyo fuego era alimentado con leña en los exteriores de su casa que no tiene jardín, vereda ni calle asfaltada.

“Tenemos que ayudarnos para protegernos del coronavirus”, indicó Mori, quien vestía una falda y una blusa de vivos colores y llevaba un tocado en la cabeza. Su barriada está ubicada en la capital de 10 millones de habitantes donde 39% contrajo el virus, según datos oficiales de diciembre.

La segunda ola de infecciones llegó en enero con la aparición de las variantes de Brasil y el Reino Unido. Las camas de cuidados intensivos y las salas de emergencia estaban repletas y cada día faltaban 100 toneladas de oxígeno, clave para las terapias de recuperación.

El país inició en febrero la vacunación de los trabajadores sanitarios en medio del escándalo desatado luego de hacerse público que casi 500 privilegiados se habían aplicado en secreto la vacuna. El resto de los millones de peruanos no saben cuándo serán inoculados.

Abandonados a su suerte y sin médicos a quienes consultar, muchos se enfrentan como pueden a posibles contagios y echan mano de métodos naturales heredados de sus antepasados para combatir problemas bronquiales o catarros.

En los mercados limeños los ciudadanos de clase trabajadora compran jengibre y eucalipto para preparar infusiones. Antonia Capcha, un ama de casa de 63 años, comenzó a beberlas cuando su concuñado murió en diciembre a causa del virus. “Él no se había cuidado”, recordó luego de comprar un kilo de jengibre, pero añadió que la familia del fallecido bebió la infusión “y así se han salvado”.

“No hay evidencia de que exista alguna planta, verdura o fruta que cure el coronavirus. La enfermedad sigue siendo desconocida en el tratamiento”, dijo Saby Mauricio, ex decana del Colegio de Nutricionistas de Perú. “Pero el uso de las plantas es parte de nuestra cultura”, indicó.

En otra barriada de la zona sur de Lima, Bertha Antezana le ha comentado las bondades de la infusión de plantas a sus vecinas, con quienes cocina en una olla común donde almuerzan más de 100 personas, la mayoría desempleados o vendedores independientes quebrados por la pandemia.

Nacida en los Andes, Antezana, de 48 años, aprendió de su madre a curarse la tos con una mezcla de azúcar quemada, eucalipto, matico, ajos, cebolla y jengibre. Como el coronavirus “afecta a las vías respiratorias, yo hago mi preparado” y lo bebe junto a su esposo y sus tres hijos, dijo.

Hasta ahora Antezana no se ha contagiado pero sobre todo porque se lava frecuentemente las manos, se baña cuando retorna a casa, usa mascarilla y mantiene una distancia prudente con sus vecinas.

El aumento del precio del jengibre es una muestra de la alta demanda de este tallo subterráneo aromático. En un mercado mayorista capitalino Clara Castellanos vende unas cinco toneladas por día. La mujer, de 54 años, dijo que en 2020 el kilo estaba a 1 dólar y que ahora se disparó a 2,3 dólares. “Dicen que es bueno para la enfermedad”, comentó.

Pero la nutricionista Mauricio enfatizó que en vez de concentrarse en las plantas es clave realizar ejercicio físico y mantener una dieta saludable para fortalecer al sistema inmunológico.

Mauricio recordó que 85,5% de los primeros 20.000 muertos en Perú por coronavirus eran obesos, 43% diabéticos y 27% hipertensos, de acuerdo con datos oficiales difundidos en agosto.

“¿Cuál ha sido nuestro gran problema como país? La obesidad”, dijo la nutricionista. “Si hubiéramos trabajado el tema de obesidad, tal vez no hubiéramos tenido el desastre que lamentamos”, dijo.

Hasta ahora en Perú se han registrado 1,26 millones de casos de coronavirus y casi 44.500 fallecidos, según el Centro de Ciencia e Ingeniería en Sistemas de la Universidad Johns Hopkins. AP

Foto: AP

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