“Antes de ponerme a matraquear en una alcabala para poder mantener a mi hijo, preferí cambiar de oficio”. Con esa sencillez y muestra de valores Yorman Pernalete demuestra que en Venezuela aún hay muchas maneras de ganarse la vida.
A su corta edad, este muchacho de tan solo 26 años, y egresado de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES) relata que durante tres años de su vida estuvo dedicado a la custodia de presos y dos a la Policía Nacional Bolivariana (PNB).
Pernalete quien es oriundo de Carora, municipio Torres, estado Lara, cuenta que al enterarse que sería papá, su vida dio un giro de 180 grados, que lo llevó a tomar la decidió más importante de su vida; cambiar las armas y el uniforme, por las tijeras y una máquina de afeitar para poder sacar a su familia adelante.
“El sueldo de un oficial no te permite acceder a un buen mercado, mucho menos suplir las necesidades básicas de un hijo, esas razones me llevaron a buscar nuevas oportunidades”, dice Yorman.
Además explica que este nuejo oficio le permite contar con un ingreso diario: «…con un corte de cabello puedo resolver para una harina y unos huevos”.
De custodio a policía
Narra que al graduarse de bachiller no tenía un panorama claro de su vida, por lo cual decidió inscribirse en la UNES, pero lo que no se imaginó, es que antes de ser policía, debió ser -custodio-.
Al principio no sabía que significaba eso, por eso dije que sí, (risas) pero cuando me explicaron de qué se trataba, ya estaba en el curso de formación, ‘y ahí dije, ya estamos aquí’, así que toca guerrear”.
Yorman recuerda que en sus tres años como –custodio penitenciario- le tocó trabajar en cinco cárceles de máxima de seguridad con régimen y dos recintos sin régimen, donde asegura que vivió experiencias que marcaron en su vida.
Un oficio oportuno
“Después de renunciar a ser –custodio-, me tomé unas vacaciones de cinco meses, tiempo que decidí invertir en un curso de barbería, mientras esperaba el taller de formación para ser policía”, detalla Yormán.
Recuerda que sus primeros clientes fueron sus compañeros de trabajo en la policía, a quienes comenzó afeitando con una máquina obsequiada por su mamá.
Después de renunciar a la policía, Yorman queda sin trabajo y con un hijo en camino, en medio de un país económicamente inestable, decide continuar con el oficio de la barbería, trabajo que hasta la fecha le ha permitido criar a su hijo y llevar sustento a su hogar.
Por último dice, que la barbería es un trabajo demandante, que te pide estar actualizado y en la vanguardia para seguir innovando”.
La historia de este joven, como de tantos otros, que han defendido su sistema de valores negándose a incurrir en la corrupción para obtener ingresos extras, nos llena de optimismo y esperanza en una sociedad más saludable y justa.
Texto y foto Anderson Piña Pereira