Informan los portales informativos que, el martes pasado, fue saqueado un transporte de cerveza que transitaba por la llamada “Bajada de Tazón”, puerta de entrada y salida occidental de nuestra amada, Caracas. La gandola, perdió los frenos, en su carrera loca terminó por volcarse y su preciada carga, esparcida por la vía pública, sirvió para que los circundantes se entregasen a la rapiña.
Eso, en realidad, no es noticia. Noticia habría sido, si en lugar del pillaje, los parroquianos, se hubiesen dedicado a socorrer y trasladar a los heridos al hospital más cercano. Presuponemos que, no faltará quienes nos cuestionen el envilecimiento de ciertas conductas: ¿Saqueos? ¿Rapiña? ¿Desvalijamientos? ¡Si eso se ha erigido en una muy legítima, redistribución roboLucionaria de la “riqueza”!
Afirmar que la corrupción, en Venezuela, llegó a nuestro mundo, aparejada de las narcotiranías que hemos padecido en los últimos 22 años, sería desmesura en la que no vamos a incurrir. El soborno, el peculado, el enriquecimiento ilícito, ha sido el segundo oficio más antiguo del país.
Ya existía cuando desembarcó Cristóbal Colón en Macuro y así, viva, pero artesanal y hasta rudimentaria, la corrupción administrativa persistió durante toda la Colonia e inicios de la Independencia. Estudiosos de la materia, aseguran que el primero en industrializarla, como verdadero antecesor de, Henry Ford, fue, Pedro Obregón Puyarena.
Amigote de los Monagas, en particular de “Goyito”, el menor y más ladrón de los hermanos, Obregón, ganó merecida fama de guisador. No existía, entonces, la Internet ni el Netfix, pero aún así, don Pedro era celebridad nacional a causa de sus escandalosos negociados a la sombra del Poder.
Consta en los autos del respectivo expediente judicial que se conserva, aún, en el Registro Principal correspondiente que, en cierta ocasión, acusaron en, Punta de Mulatos, jurisdicción del hoy, estado Vargas, a un modestísimo labriego, afrovenezolano, analfabeta, pobre de solemnidad, muy mohíno:
-¿Y por qué no se llevan preso, en mi lugar, a don Pedro Obregón; que desbancó la Aduana de La Guaira; que es, contrabandista reconocido; traficante de esclavos y manumisos hacia Puerto Rico, pese a la Abolición de 1854; que fue incriminado ante el Congreso Nacional por peculado, en 1851, de lo que fue exonerado, porque en Venezuela la ley, es na´má, pa´ los negros pendejos como este servidor? -tal fue lo más medular de su alegato de descargo.
A partir de Obregón, continuó, la corrupción más organizada, pero con relativo equilibrio y ponderación. Hasta que llegó la narcorrobolución, que no digamos la desequilibró y exacerbó, sino que hizo tierra arrasada de los Erarios, Públicos y privados; que turboalimentó el latrocinio a economías de escala y a calzón quitao, en el ámbito nacional y universal, en su carácter integrante del crimen internacional e intergaláctico, organizado -y del desorganizado, también- horizontal, vertical y transversal.
Informa la prensa independiente, porque la gobiernera es anafiláctica a la realidad, que la rebatiña de “La Bajada de Tazón” se desarrolló bajo la mirada complaciente de la “Guardia Nacional Bolivariana”. La GNB, “El honor no se divisa”, no se mezcla en los festines de la chusma. Lo de suyo, es el narco, duro y puro. Se reportaron, riñas tumultuarias, pero en paz roboLucionaria, lesionados graves, también en paz roboLucionaria, para, finalmente, dirimir quién o quiénes se llevarían la parte del león del botín.
El narcodesgobierno, es así, holgazán, inepto, criminal, ladrón, represor, pero complaciente, cuando le viene en gana. Su única ley, es que no hay ley. Tolera y hasta incita que los venezolanos de a pie nos robemos, entre sí; que drenemos iras, a palo limpio, por unas pocas latas de cerveza, pero amenaza y constriñe, DD.HH., a todo aquel que ose denunciar o protestar, por la indefensión sanitaria a que estamos expuestos. No hay que perturbar al Narcotirano, mientras cuenta con sus dedotes, porque no sabe ni puede, de otra forma, lo que le va a tocar, con el negociado de las vacunas cubanas contra el COVID-19, que ni son vacunas ni generan anticuerpo alguno, a no ser en los bolsillos de los depredadores del Patrimonio Público.
La RoboLución, roba para vivir y vive para robar. Y la pandemia no le iba a pasar lisa.
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