Al amanecer, un bote inflable con casi tres docenas de personas llegó a la isla griega de Samos, cerca de la costa con Turquía. Al día siguiente, según organizaciones defensoras de los derechos humanos, el mismo grupo fue visto regresando a la costa turca en otra precaria embarcación.
Pero de las 32 personas que se cree llegaron a Samos, solo 28 estaban en el bote que interceptó la guardia costera turca.
Cuatro días después aparecieron las cuatro personas que faltaban —una mujer palestina y sus tres hijos— en la ciudad principal de Samos, Vathy, tras haber eludido aparentemente a las autoridades griegas. La mujer solicitó asilo y la semana pasada se le informó que su pedido había sido aceptado.
“La llegada de esta mujer, por no hablar de un milagro, del nacimiento de una virgen, de algo caído del cielo, es una clara prueba de que están devolviendo” a los migrantes, expresó Dimitris Choulis, el abogado que ayudó a Huda Zaga, de 31 años, a solicitar asilo junto con su hija de 12 año y sus hijos de 11 y cinco.
Las acusaciones de agrupaciones de derechos humanos y de migrantes de que los griegos deportan gente sin permitirles solicitar asilo no son nada nuevo. Pero rara vez se dan casos en los que la persona expulsada logra regresar o permanecer en territorio griego.
Grecia niega las acusaciones, pero dice que tiene la obligación de proteger sus fronteras, que son a su vez las de la Unión Europea. Destaca que en marzo del 2020 Turquía abrió su frontera con la UE y alentó a los migrantes a que fuesen a Grecia.
Zaga dice que llegó a Samos el 21 de abril en un bote inflable lleno de gente. Al pisar tierra, el grupo trepó una colina llena de árboles y se dividió.
“Teníamos mucho miedo de ser pillados y ser enviados de vuelta a Turquía, sobre todo cuando entramos a aguas territoriales griegas”, declaró Zaga a la Associated Press.
La noticia se propagó en las redes sociales. Una periodista de la isla informó acerca de la llegada de los migrantes. Algunos residentes dijeron que los habían visto o que les habían dado comida y agua.
A medida que avanzaba el día, sin embargo, la historia cambió. La periodista contactó a las autoridades y dijo que le habían asegurado que no había llegado nadie, sino que residentes de un campamento de refugiados habían salido a pasear por las montañas (…. un paseo de 50 kilómetros, o 31 millas).
Varios residentes comentaron a la AP que las autoridades les habían dicho que no revelasen lo que habían visto. Hablaron a condición de no ser identificados porque dijeron que no querían problemas.
Al día siguiente, un pedazo del bote en el que llegaron los migrantes estaba todavía en la playa de la bahía de Marathokampos. La organización de derechos humanos Aegean Boat Report, que está pendiente de la llegada de migrantes a las islas griegas, publicó fotos de algunos de los recién arribados. En algunas aparecían Zaga y sus hijos junto a otras personas en las colinas, con la costa de Marathokampos de fondo.
Cuando se le preguntó al respecto, el ministro de transporte griego, que supervisa la guardia costera, dijo que no tenía registro de llegadas a Samos el 21 de abril. Las autoridades no explicaron cómo llegaron la mujer y sus hijos.
Zaga dijo que estaba al tanto del peligro de ser expulsada pues ya había pasado por eso. Afirmó que intentó entrar a Grecia por tierra tres veces. En dos ocasiones fue pillada en territorio turco y en otra al ingresar a Grecia. Esta vez estaba decidida a lograr su propósito.
“Conseguimos lo imposible, asegurarnos de que lo que les pasó a otros no nos pase a nosotros”, dijo en alusión a quienes fueron enviados de vuelta a Turquía.
Zaga contó que se separó de los demás y se puso en contacto con gente que la había ayudado a preparar el viaje a Samos. No dio detalles acerca de cómo logró burlar la vigilancia griega ni quién la puso en contacto con el abogado. Pero el 26 de abril se presentó a la oficina de Choulis para pedir ayuda.
Choulis dijo que de inmediato se dio cuenta de que eran las personas que habían llegado a Marathokampos de las que no se tenía noticias. Informó a las autoridades judiciales, la policía y la guardia costera que estaba acompañando a la familia a un campamento de refugiados para que fuese registrada.
Cuando esperaba afuera mientras Zaga era interrogada, dice que se le pidió varias veces que se fuese.
“Había un clima raro de sospechas”, expresó, y temía que Zaga y sus hijos fueran enviados de vuelta a Turquía. A esta altura, no obstante, ya se había informado acerca de la llegada de la mujer y sus hijos a la agencia de refugiados de las Naciones Unidas, que había enviado representantes.
La delegada de la representante de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas parar los Refugiados, Mireille Girard, dijo que le habían informado acerca de la llegada de los migrantes a Samos el 21 de abril y había pedido confirmación a las autoridades, pero que no le respondieron. A los pocos días, se enteró de que una familia que se creía había llegado con ese grupo estaba todavía en Samos y pediría asilo.
“Todo esto es preocupante. Hay indicios de deportaciones desde Samos el 21 de abril. Hay que iniciar una investigación formal”, dijo Girard.
La familia de Zaga, mientras tanto, ha recibido asilo. Dice que huyó de su casa en la región de Nablusa, en la Margen Occidental, por varias razones, pero sobre todo para escaparle a un esposo abusivo que había golpeado a su hijo mayor. Espera llegar a Bélgica, donde tiene una hermana.
“Quiero que mis hijos sean felices, que vayan a la escuela, coman comida saludable, duerman bien y hagan una vida saludable como los otros niños. Que tengan seguridad”, expresó la mujer.
Circulan versiones de que las deportaciones extraoficiales son hechas por individuos enmascarados, sin uniformes ni nada que los identifique como policías.
“El hecho de que hayan aceptado un pedido de asilo demuestra lo peligroso que es que individuos enmascarados de la guardia costera o la policía juzgue quién tiene derecho al asilo y quién no”, dijo el abogado Choulis.
“No podemos permitir que algo tan importante como el derecho a asilo sea decidido en el medio del mar o en la costa”.
Foto: AP