Crónica Viva | Por: José Luis Sotillo < El Informador Venezuela
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Crónica Viva | Por: José Luis Sotillo

Algunos cuentos de espantos y aparecidos de Agua Viva

Don Juan Vasquéz uno de los referentes de los cuentos de espantos y aparecidos

Los pueblos, en su mayoría, además de poseer historias, creencias y costumbres, también gozan de un vasto universo de cuentos, mitos y leyendas arraigadas dentro del imaginario popular, o en todo caso en la tradición popular.

Agua viva en su íntimo corredor de tradiciones, no escapa de poseer en la existencia, de un cuantificable número de anécdotas de cuentos de espantos y aparecidos, muchos de ellos trasmitidos a través de la cultura oral.

Hoy me permito, de manera puntual y resumida, divulgar parte de esas impresiones o experiencias tan marcadas en las mentes de quienes por alguna razón, lograron escuchar o vivir de cerca un encuentro relacionado con tan inexplicables fenómenos o apariciones; los cuales son catalogados, cómo espíritus inmundos que deambulan en la oscuridad de la noche para tropezarse con personas que por cualquier circunstancia recorren las calles, caminos o veredas en medio de la soledad nocturnal.

EL ESPANTO DEL TORO

La señora Ana Pastora Guédez, salió una noche de su casa decidida a buscar a su hijo. Al subir por la actual calle Araguaney a la altura de la iglesia con la avenida Bolívar, miraba las calles y al percatarse de que por ellas no transitaba ninguna ánima, se quedó tiesa, puesto en ese momento se encontraba posando por la parte de atrás de la casa de la señora Aída López.

La noche se hacía larga, eran las dos de la madrugada, sin ver rastro de su hijo y al voltear su mirada hacia atrás se dio cuenta de que tenía un enorme toro de color amarillento con pintas negras y filosos cachos y con la mirada puesta en ella.

Al ver aquel terrible animal que la observaba como si tratara de atacarla, observó que el animal tenía los ojos tan rojos que inspiraba al infierno. El color de los mismos era tan cambiante que iban de tonalidades rojas hasta color fuego, lo menos que pudo haber hecho era caminar despacio y siempre mirando a aquel feo animal, el cual se encontraba inmóvil.

No obstante, aquella situación ventajosa para ella le permitió escapar por la bajada de la avenida Bolívar, aprovechando de pasar frente a la iglesia, se persignó hasta definitivamente llegar a su casa.

LA COCHINA Y SUS PUERQUITOS

Siempre se comenta de este inexplicable espanto y cómo sus crías van creciendo de forma extraña.

En el antiguo caserío Agua Viva siempre era comentario entre sus habitantes de un señor que proveniente de la vecina población de Santa Rosa, decidió venir hacia la referida población (Agua Viva); por supuesto, tomando el antiguo camino de Zamurobano.

Al llegar al sitio de Tarabana, tomó el camino que conduce hasta el caserío El Peñusco para posteriormente trasladarse hacia Agua Viva por el camino de las piedritas.

Llegando al sitio de la Acequia Honda y en plena luna llena a eso de las 12:30 de la madrugada, sintió aquel referido poblador, que una cochina con varios puerquitos lo seguían.

Al ver tan extraña criatura en medio de la noche, tomó varias piedras y lanzándolas hacia el referido animal vio como las crías de aquel aumentaban de tamaño, hasta alcanzar el de la madre, el referido hombre no hizo otra cosa sino que observar de igual modo como la cochina le ardían los ojos como si se tratara de algún incendio.

El poblador se puso más pálido que un papel y con la piel de gallina, no hizo otra cosa que correr, hasta llegar al caserío, donde les comentó a varias personas de lo sucedido. Los pobladores aguaviveños en medio de su hospitalidad, le recomendaron pasar la noche en el poblado.

EL APARECIMIENTO DE LA LLORONA

Cuenta el señor Juan Vásquez que precisamente un mes de marzo del año 1.941, se dirigía a su casa, ubicada en la hoy conocida calle Araguaney, cuando de pronto a eso de la media noche y cercano a la escuela del caserío Agua Viva sintió de golpe, los gritos histéricos y llorones de una mujer.

Al percatarse de tal situación miró hacia los lados sin comprender tan extraños chillidos. Lo menos que pudo hacer fue rezar, pero los gritos seguían. No obstante recordó aquella recomendación que dice: “que cuando te sale la llorona, dile groserías o maldícela”.

Pues el señor Juan Vásquez al recordar tal comentario empezó a vociferar tales groserías, cuando de pronto aquel horrible y espantoso ruido fue desapareciendo como la brisa de tan oscura noche, hasta llegar a desvanecerse el tétrico berrido de la desconocida mujer, ya que (a la que) no la pudo ver.

Y así, son cantidad de relatos que constituyen el patrimonio vivo de un pueblo.

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twitter: @aguavivajose

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