A veces sonará redundante la frase de los padres a los hijos: “los estudios deben ser primero” o “la única herencia que puedo dejarte son los estudios”. En mi familia no era distinto, pero yo tenía otras prioridades, quería ser beisbolista profesional, así que para mí ¡el deporte era primero!
Doña Laura (mi mamá) siempre me apoyó en ese sueño. Sin embargo, siendo maestra de profesión, siempre velaba para que este “holgazán de los cuadernos” estuviera al día con sus clases. Usaba un método particular pero efectivo: con solo decir “si raspas no vas a jugar este fin de semana”, ya era más que suficiente motivación para, cuando menos, repasar lo necesario y pasar la materia…, ¡así fuera en la raya!
Y créanme, si raspaba, no jugaba. Hasta perdí un campeonato nacional por perder una materia en el bachillerato. A los 15 años fui contactado por agentes, quienes querían prepararme para mostrarme ante los equipos profesionales, pero había un detalle: este niño que solo tenía hasta noveno grado aprobado, le pidieron dejar los estudios porque debía entrenar a diario en horarios que son propios las clases.
Mamá, por supuesto, no estaba de acuerdo, pero entendía lo que esa oportunidad significaba para mi. Buscó y buscó cómo equilibrar la balanza hasta que me dijo: “no abandonarás tu sueño, pero tampoco los estudios, ahora solo lo harás de manera distinta”. Desde ese momento comencé a recibir lecciones a distancia mientras continuaba con los entrenamientos.
Aunque unas inesperadas lesiones y la caída de mi rendimiento académico me apartaron –momentáneamente- de mi sueño como jugador profesional, gracias a mi mamá terminé a distancia el bachillerato. Tenía 17 años de edad, justo para arrancar la universidad sin retrasos.
Cinco años más tarde conseguí mi título, trabajo en dos importantes medios de comunicación y próximamente daré otro paso importante en mi carrera gracias a la insistencia y perseverancia de doña Laura, para que yo estudiara. ¡Gracias mamá. Te amo!
Por @DiazPeluso23 / FotoShooting: @iamdanisosa