«¡Andrés, eres un viejo enfermo!». Este grito lanzado el lunes contra el tercer hijo de Isabel II en Edimburgo ejemplifica la incomodidad que plantea la presencia de este príncipe caído en desgracia en el adiós a la difunta reina, seguido a nivel mundial.
El duque de York realizó un breve regreso a la escena pública para llorar a su madre, fallecida el jueves en el Castillo de Balmoral a los 96 años y quien lo despojó de sus títulos militares a principios de año por un escándalo de agresión sexual a una menor.
El lunes, el hombre de 62 años era el único hijo de la difunta monarca que caminaba vestido de civil detrás del féretro, mientras que sus hermanos, el rey Carlos III y los príncipes Ana y Eduardo, vestían uniformes militares de gala.
Su papel durante los 11 días de luto nacional es uno de los varios problemas incómodos para la Casa de Windsor, que también debe lidiar con la ruptura entre el heredero al trono, Guillermo, y su hermano Enrique, que el sábado aparecieron inesperadamente juntos.
Muestra de la incomodidad fue el grito lanzado por un hombre, mientras el ex piloto de helicóptero caminaba en silencio detrás del coche fúnebre que transportaba los restos mortales de su madre a la catedral de Saint Giles en Edimburgo para un oficio religioso.
Durante el fin de semana, Andrés también se unió a otros miembros de la realeza para saludar al público congregado fuera del Castillo de Balmoral y para acoger el féretro cuando llegó a Edimburgo, la capital escocesa.
«Como miembro de la familia, como hijo de la reina, [Andrés] esta lógicamente de luto por su madre», pero «me sorprendería mucho que haya algún papel para el duque de York en el futuro», estima Robert Hazell, experto constitucional de la University College London.
Andrés, padre de las princesas Beatriz y Eugenia, fue acusado de abusar sexualmente de Virginia Giuffre cuando tenía 17 años, unas acusaciones a las que puso fin pagando millones de dólares en virtud de un acuerdo extrajudicial.