La solidaridad no es valor difícil de encontrar, pues dentro de cada ser humano puede estar, así sea en solo una pequeña parte de nuestro ser, pero que en la medida que lo alimentamos puede crecer, al punto de decidir entregar unos años de nuestra vida, o toda la vida, a ayudar a los más necesitados, desde los ancianos o la generación de relevo, los jóvenes.
De esta manera lo decidió Gerardo Pastran hace 35 años atrás, cuando decidió fundar Projumi, organización dedicada a atender las necesidades de distintos sectores, pero que se ha destacado por su incansable labor, al reinsertar a la sociedad a jóvenes víctima de abusos, drogas, e incluso prostitución.
El laico, que trabaja de la mano con la iglesia católica, definió la solidaridad como “el bien común de la sociedad”, pues señaló que a pesar de las amenazas que afronta el futuro, el descubrimiento del talento joven conlleva a que la llama de la esperanza no se apague.
“Hay muchos jóvenes que han caído en vicios, depresión fuerte por la soledad”, algunos producto de “la inmigración desbordante. Antes éramos un país joven, ahora eso ha cambiado”. Al mismo tiempo que destacó “la apatía por ser solidarios” entre la población actual, que aunque no es total, si es significativa.
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Detalló que el uso descontrolado de las redes sociales ha sido una de las principales razones de la indolencia ante situaciones vulnerables, pues las personas ocupan la mayoría de su tiempo en el ocio, mientras que en otras ocasiones lo invierten en el trabajo o estudio, dejando de lado los actos de solidaridad.
Por lo que destacó que la clave para generar un cambio en la sociedad, “es desarrollar el tacto visual”, aclarando que solo de esta manera el ser humano puede “enfrentarse a la realidad social”, puede “respetar la dignidad humana” y decidir “hacer el bien”.
Haz el bien, pero hazlo bien
Pastran detalló que actualmente, a través de las redes sociales, se observa una gran cantidad de influencers o grupos, que se toman la tarea de ayudar a otras personas, sin embargo resaltó que lo importante es “hacer el bien, pero hacerlo bien”.
Indicó que en cuanto al trabajo de reinserción con los jóvenes, la apatía es mucho mayor, pues se trata de personas que por diferentes motivos, personales, familiares o sociales, se han desviado de su camino, “han caído en drogas y prostitución”, terminando por ser rechazados y juzgados.
Desde su experiencia con la ‘lucha antidrogas’, resaltó que en estos casos lo primordial es conseguir que estas víctimas toquen fondo, y de esta manera hacerlos conscientes de su realidad, detallando que solo entre el 10 y 12 % lo logra, cifra que aunque baja, contribuye a rescatar a la juventud del sistema y la sociedad.
La solidaridad va de la mano con acciones intangibles
“Ser solidarios no es solo dar un plato de comida a los necesitados” expresó Pastran y señaló que la labor es más compleja de lo que se cree, pues la recuperación de “la juventud adormecida” va de la mano con acciones intangibles.
“Hay que aumentarles el autoestima, muchos están solos, cabizbajo, sin rumbo y sin un proyecto de vida” resaltó, por lo que indicó que no solo es recuperarlos, sino también darles herramientas para que sean un instrumento del futuro, guiarlos con un emprendimiento y “darle apoyo estudiantil”.
Recordó que Projumi, solo en el 2022, ofreció más de 75 talleres, alguno de autoestima, otros de motivación, los cuales fueron dictados en diferentes comunidades y parroquias, alcanzando a unos 2.500 jóvenes.
Ser solidarios es darle una oportunidad
“Hace falta guáramo” exclamó, al mismo tiempo que señaló que lo importante es brindarles oportunidades que les permitan crecer como seres humanos, a ser socialmente proactivos e intentar despertar el sentimiento de solidaridad en ellos mismos, para que también puedan ser un instrumento de ayuda para otros.
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“No dejemos que nuestros corazones sean de piedra” agregó, “nos hace falta llorar”, y detalló que cada ser humano puede contribuir al cambio social, pues “no necesariamente hay que esperar que algo negativo suceda para activar la solidaridad”.
Finalizó diciendo que la capacitación y la formación en diferentes áreas, personales, profesionales o de oficios, es la herramienta principal para que la juventud perdida “salga de esa situación”, mientras que queda de nuestra parte ser solidarios y hacer de esta una práctica común.
Naikarys Cordero