El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha mostrado hasta ahora poca preocupación por desafiar el consenso de Occidente en política exterior, incluso en su cooperación con gobiernos autoritarios.
En las últimas semanas, el gobierno de Lula envió una delegación a Venezuela, gobernada por Nicolás Maduro, se negó a firmar una resolución de la ONU que condenaba los abusos de los derechos humanos en Nicaragua, permitió que buques de guerra iraníes atracaran en Río de Janeiro y se negó rotundamente a enviar armas a Ucrania, en guerra con Rusia.
Estas decisiones han levantado ampollas en Estados Unidos y Europa, pero los expertos afirman que Lula está reactivando el principio de no alineamiento que Brasil mantiene desde hace décadas con el fin de trazar una política que salvaguarde mejor sus intereses en un mundo cada vez más multipolar.
La política exterior de Brasil se basa en su constitución de 1988, que establece como principios rectores la no intervención, la autodeterminación, la cooperación internacional y la solución pacífica de conflictos.
Eso implica “hablar con todos los estados en todo momento sin hacer juicios morales, respetando ciertas líneas rojas”, explica Feliciano Guimarães, politólogo del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales, un grupo de investigación. Sin embargo, agrega, las líneas rojas de Lula aún no están claras.
La semana pasada, una delegación brasileña encabezada por Celso Amorim, asesor especial de la presidencia y excanciller, viajó a Venezuela en la primera visita oficial de alto nivel en años. Bajo el predecesor de Lula, Jair Bolsonaro, Brasil rompió relaciones diplomáticas con la nación vecina. El presidente izquierdista de Venezuela, Nicolás Maduro, ha sido acusado de pisotear la libertad de expresión y perseguir a los opositores políticos.
El equipo de Amorim se reunió tanto con Maduro como con la oposición. Maduro tuiteó fotos de la reunión con Amorim y la calificó de un “encuentro agradable”.
Según un funcionario de la cancillería que no estaba autorizado a hablar públicamente, el gobierno de Lula tuvo la intención de promover la democracia en Venezuela y presionar por una mayor transparencia en las elecciones, razón por la cual la delegación se reunió con ambas partes.
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