Reseña de la Añoranza/ Iván Brito López < El Informador Venezuela
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Reseña de la Añoranza/ Iván Brito López

La Casa de Las Maporas

La semana pasada, escribimos sobre San Trifón, al referirnos al hermoso bambuco de la autoría del maestro Antonio Carrillo, cuyo estreno acaecido en 1916, tuvo por escenario la Casa de Las Maporas del Dr. Eliodoro Pineda, por haber sido escrita especialmente para él en uno de sus cumpleaños, es decir, el memorable 3 de julio de 1916.

Pues bien, la Casa de Las Maporas, la casa de habitación del Dr. Eliodoro Pineda, fue una de las más renombradas de la ciudad de Barquisimeto. Recordemos, que después del terremoto del 26 de marzo de 1812 en que nuestra urbe crepuscular fue reducida a un monto de escombros, quienes tenían posibilidades económicas, fueron nucleándose hacia el este, hacia la zona de la hoy Plaza Lara y de la Plaza Altagracia y uno de los inmuebles de robusta construcción tradicional que se va a alzar en dicha zona, es precisamente la Casa de Las Maporas, cuyo nombre derivó del hecho de habérsele sembrado en su jardín lateral oeste, tres maporas hijas de las plantadas en el Bosque Macuto cuando éste se hizo a finales del Siglo XIX.

La Casa de las Maporas al extremo izquierdo, en la cual se divisan las maporas.

De acuerdo a Raúl Azparren (1978): “…la Casa de Las Maporas, así llamada por mecerse armoniosamente árboles de ese nombre en el patio de esa casa, criollos, muy criollos, al haber nacidos en el Bosque Macuto, supo de las sonoridades del piano, del violín, del violoncello y de la flauta de los solistas. De la voces de barítonos, tenores y contraltos; y vibraron sus paredes con la palabra culta de los oradores y con la declamación de los mejores versos…” Tales apreciaciones nos dejan entrever la magnificencia cultural que se respiró en el ambiente de aquella formidable casa, acondicionada arquitectónicamente para tales efectos, es decir, el espacio que tradicionalmente corresponde al patio central de este tipo de inmuebles, se destinó a una especie de gran salón, mediante la prolongación hacia arriba de las paredes que rodean los corredores que circundan ese espacio central, cuya parte alta estaba provista de dos ojos de bueyes por cada cara, que permitían la ventilación cenital e iluminación natural a su vez y sobre ese cuadrilátero, se erigió una estructura de madera que fue recubierta con lamina de zinc galvanizado, que remataba exteriormente en una especie de cucurucho igualmente de zinc galvanizado, una pieza de laboriosa artesanía de los “latoneros” de la época, los mismos que construían las canales para el desagüe, los bajantes de las canales y recipientes como medidas para la venda de kerosene de las bodegas y pulperías, aquellas especies de jarras ovaladas con su asa y provistas de un largo conducto con una especie de esfera agujereada en la punta para regalar las matas y que llamaban “regaderas”, así como los vasos con un largo mango y las orillas dentadas, para sacar el agua de los tinajeros y evitar con ello que se bebiera directamente del vaso con el cual se sacaba el agua.

Dr. Eliodoro Pineda.

Rememora Raúl Azparren (1978), que la Casa de Las Maporas, se constituyó en una especie de Ateneo y que cuando Barquisimeto no contaba con un teatro, por estar el Juares en reparaciones, la casa objeto de la Reseña de la Añoranza de hoy, recibió a los artistas de otras ciudades y hasta de allende de los mares que hasta nuestra ciudad vinieron. Entre tantas de las presentaciones que tuvieron por escenario la Casa de Las Maporas, se cuenta el violinista venezolano Luis Palma y un ilusionista, el famoso Salpicón: “…como otros muchos artistas, conocido por un seudónimo, a quien intriguillas de parroquia le negaron el teatro para que en él se presentase, por lo que el Dr. Eliodoro Pineda, que sabía hasta cuantas sillas cabían en el acogedor y principal salón de su residencia, generoso su corazón, entre sus amigos realizó una colecta en dinero, y buena suma le entregó al artista, después que éste hubo sacado del sombreo de copa, palomas blancas que lucían alrededor del cuello, corales azules…”

Notése en la parte alta la estructura que cerraba el espacio central del gran salón de la casa ateneo del Dr. Pineda, escenario de actuaciones como la Brindis de Salas.

Así los barquisimetanos de buen gusto y del mejor vivir, según relata Raúl Azparren (1978) en su obra “Barquisimetaneidad, Personajes y Lugares”, amigos íntimos de los señores de la casa, supieron cómo ejecutaba magistralmente el violín el gran concertino cubano Claudio José Domingo Brindis de Salas, para delicia de quienes se maravillaron con su arte: “…los componentes de aquel selecto auditorio le llevaron en hombros, sobre fracs y smokings,  hasta la espirituosa hospitalidad del “Botiquín El Chingo”, donde entre euforia y comentos terminaban siempre los mejores acontecimientos espirituales de aquel transcurrir; y en el “Botiquín El Chingo” a Brindis de Salas, el violinista de color de ébano, muerto después en una calle de Buenos Aires, le bañaron de campaña…”

Claudio José Brindis de Salas y Garrido.

Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido, había nacido en la Habana en el año 1852, quien debutó a los 11 años de edad en el Liceo de la misma ciudad. En 1869 ingresó al Conservatorio de París, donde recibió clases de un discípulo de Paganini, el eminente violinista Ernesto Camillo Sivori y al cabo de un año obtiene el Primer Premio otorgado por esa prestigiosa casa de estudios musicales. En el lapso comprendido entre los años 1871 y 1911, año de su deceso, Brindis de Salas estaba recorriendo los principales centros culturales del mundo, reconocido como el “Príncipe Negro del violín” o también como “El rey de las Octavas”.

1876 y 1877, son fechas en que se documenta la presencia de Brindis de Salas en Venezuela, según nos lo devela José Alfredo Sabatino Pizzolante (2004), en su obra “Puerto Cabello: La Música en el Tiempo”, lapso en el cual pudo haberse realizado la presentación de este egregio violinista en la Casa de Las Maporas del Dr. Eliodoro Pineda. El Maestro Rafael Miguel López, acotaba que Brindis de Salas fue buscado y traído de Puerto Cabello a Barquisimeto, para la memorable velada musical que alude don Raúl Azparren en la citada obra “Barquisimetaneidad, Personajes y Lugares”. Por su parte Rafael Domingo Silva Uzcátegui (1941) en su Enciclopedia Larense, nos dice que Brindis de Salas estuvo en Barquisimeto a principios de la última década del Siglo XIX. No obstante, hay otra obra de Silva Uzcátegui (1959) titulada “Barquisimeto, Historia Privada. Alma y Fisonomía del Barquisimeto de Ayer”, donde éste señala la nota que publica un órgano impreso de la ciudad: “…El Anunciador del 21 de enero de 1897, saluda a su llegada a Barquisimeto al insigne violinista Brindis de Salas, cuyo primer concierto se iba a realizar, dice el periódico, ‹‹pasado mañana sábado›› en la casa de la familia del Dr. Eliodoro Pineda…”

Vista de norte a sur del gran salón de la Casa de Las Maporas, donde se observa el anteportón del zaguán.

Con base a las indagaciones de Rafael Domingo Silva Uzcátegui, podemos afirmar que Claudio José Brindis de Salas y Garrido, se presentó en la Casa de Las Maporas, del Dr. Eliodoro Pineda, el sábado 23 de enero de 1897, donde fue acompañado al piano por aquilatadas figuras locales como Friné Pérez, José Antonio Montesinos e Ismenia Castillo, esta última tía de Antonio Carrillo.

Muchas fueron las presentaciones, cuya convocatoria congregaba lo más granado de la ciudad de Barquisimeto en la Casa de Las Maporas, en su espacioso salón, que nosotros tuvimos la oportunidad de registrar fotográficamente antes que fuese demolida a mediados de los años 90, pese a estar en el corazón de la Zona Histórica, lo que demuestra fehacientemente, el desprecio que hemos tenido hacia nuestra historia y tradiciones, el valor de los hechos cosas y personajes que protagonizaron el pesado del cual somos hijos hoy. En 1978 escribía Raúl Azparren: “…Su casa, la de las Maporas, sigue existiendo en la hoy carrera 17 con la calle 22, antes en el cruce de las calles Ilustre Americano y Planas. Como alberga tanta historia culta, no debería ser derribada, y bueno sería que la obtuviese el Municipio para instalar en ella un pequeño museo. El museo de la otra Barquisimeto, la de don Eliodoro Pineda…”


Paso del salón a las dependencias traseras de la casa.

Ha quedado para la posteridad, grabado con letras indelebles en la historia de la ciudad, la presencia del “Paganini Negro” en suelo Barquisimeto, la de Claudio José Brindis de Salas y Garrido, cuyo escenario, fue la Casa de Las Maporas del Dr. Eliodoro Pineda… Una Casa, un tiempo, una historia, un pedazo del palpitar regional y del alma nacional…

Barquisimeto, domingo 22 de octubre de 2023

Fuentes Consultadas:

•         Azparren, R. (1978) Barquisimetaneidad, Personajes y Lugares. Talleres Escobar. Caracas. Venezuela.

•         Brito, I. (1993, abril 12) La Casa de Las Maporas. Un interesantísimo inmueble de la Zona Histórica. Diario El Informador. Barquisimeto. Venezuela.

•         Brito, I. (1992, abril 28) Macuto ayer y hoy. Diario El Informador. Barquisimeto. Venezuela.

•         Sabatino, J. (2004) “Puerto Cabello: La Música en el Tiempo”. Italgráfica S.A. Caracas. Venezuela.

•         Silva, R. (1941) Enciclopedia Larense. Impresos Unidos. Caracas. Venezuela.

•         Silva, R. (1959). Barquisimeto, Historia Privada. Alma y Fisonomía del Barquisimeto de Ayer. Caracas. Venezuela.

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