¡Libertad y Democracia !
Supongo que, ante los últimos acontecimientos en materia política y la proximidad de días que podrían tornarse muy difíciles para todos los venezolanos, recordándoles que me niego a ser político y que admiro a quienes ejercen con probidad a tan digna profesión, por amor a mi única Patria, Venezuela, haciendo un llamado a la lógica y sensata cordura que nos lleve a la paz verdadera, tomo palabras de Víctor Alarcón Olguín, de su excelente trabajo titulado “LIBERTAD Y DEMOCRACIA”, pero antes pregunto:
¿Cuánta sangre más habrá que derramarse, cuántos discapacitados serán necesarios, cuántos ciudadanos estarán en capacidad de soportar el sufrimiento ocasionado cuando se integran a la diáspora que destruye al país, cuántas familias más tendrán que desmembrarse, cuantas victimas más serán necesarias en la lucha en pos de la democracia y la libertad?
¿Cuántos más…?
Cito:
Quienes se han obstinado en ver a la libertad y la democracia como valores opuestos asumen, dentro de la historia de las ideas políticas, que la libertad es un elemento natural e intrínseco a la condición humana, mientras que la democracia es, acaso, uno de los tantos medios organizativos “artificiales” de que se dispone para ordenar la administración de los asuntos públicos y privados. Dicha oposición llega al nivel de manifestar que la libertad puede verse amenazada por una excesiva demanda de homogeneidad e igualdad.
La libertad se reivindica a sí misma como un derecho permanente a la diferencia, la innovación y el cambio, que permanece dentro de los individuos y sociedades, por lo que introducir métodos de asignación de recursos y de justicia basados únicamente en la mera medida de la igualdad termina por destruir las capacidades creativas y de conservación de las sociedades, si bien dependiendo de las circunstancias y los actores involucrados.
La libertad debe ser ejercida a efecto de desarrollar plenamente todas las capacidades humanas, por lo que cualquier intento por manipular sus contenidos deviene en su negación.
Sin embargo, en reiteradas ocasiones se ha constatado que la supresión de la libertad, en aras de una idea generalizante de la democracia, tal como ha acontecido en las experiencias comunistas o fascistas, termina por cancelar no sólo a la primera, sino también a la segunda. Lo anterior marca una notable diferencia entre las experiencias clásicas de la antigüedad, la Edad Media y la modernidad, en tanto que la primera privilegiaba una presencia individual de la libertad en detrimento de la democracia, como ocurrió en Grecia y Roma.
Por su parte, la concepción moderna de la libertad, imperante a partir del Renacimiento y consolidada con la Revolución Francesa trató de imponer un valor esencialmente democrático a dicho principio, con una percepción igualitarista y republicana que permitiera fijar un contexto social homogéneo para los individuos gracias a la naciente actividad de los Estados-nación.
Debido a esta importante revolución, acaecida en los siglos XVII a XVIII, las sociedades modernas pudieron crear una práctica de la libertad capaz de trascender el pluralismo limitado de las cerradas corporaciones de la Edad Media, cuyas ideas de libertad y derechos estaban reducidas a los espacios que les eran otorgados por parte de los monarcas absolutos para el ejercicio privilegiado de los mismos (movimiento que se identificaría con autores que van desde San Agustín, Santo Tomás de Aquino y Nicolás de Cusa, y llega hasta el siglo XVII con autores como el inglés Robert Filmer y el francés J.B. Bossuet).
Estos resquicios de libertad operaban, aunque sin comprometer prácticas decisorias de corte democrático, y sólo eran válidos para ciertos grupos, como las iglesias, la milicia o los gremios, quienes ejercían dichos privilegios otorgados sobre el resto de la sociedad y, en ocasiones, podían hacerlo incluso frente al propio poder político, provocando, entonces, que las ideas de libertad y democracia se colocasen en un contexto excepcional y, por tanto, se mantuvieran constantemente acotadas a efecto de no poner en riesgo a las propias instituciones del poder.
En las concepciones antigua y medieval de la libertad se sacrifica el ideal colectivo de la sociedad en aras de una sumisión absoluta al poder monárquico, mientras que en la moderna se procura alentar el factor de la diversidad y la tolerancia mediante un entorno de igualdad electiva que haga de la libertad un verdadero “bien común” …
“Un derecho que vuelva accesible y ejercitable para todos los individuos la posibilidad de gobernar dentro de un nuevo modelo de organización política dominado por el imperio anónimo de las leyes”.
“Todo individuo tiene igual posibilidad de regir los asuntos de la república.
“Todo individuo tiene igual derecho a elegir”.
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