En un movimiento significativo en el panorama geopolítico, Panamá ha decidido no renovar su acuerdo de cooperación económica con China en el marco de la Nueva Ruta de la Seda, firmado en 2017. Esta decisión se produjo tras una reunión entre el presidente panameño, José Raúl Mulino, y el jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio. El embajador chino ante la ONU, Fu Cong, calificó este retiro como una “decisión lamentable” durante una rueda de prensa en Nueva York.
La decisión de Panamá forma parte de las promesas realizadas por Mulino a Rubio, quien destacó que este paso representa “un gran avance para las relaciones entre Estados Unidos y Panamá” y para la soberanía del Canal de Panamá. Este canal, crucial para el comercio internacional, ha sido objeto de preocupación para EE. UU. debido a la operación de dos puertos por parte de una empresa china, CK Hutchison Holdings. Mulino comunicó que se están llevando a cabo auditorías en relación con esta empresa, pero no brindó detalles hasta que se concluyan.
A pesar de que Mulino describió la reunión con Rubio como “cordial y respetuosa”, el diplomático estadounidense no escatimó en exigir “cambios inmediatos” para contrarrestar la influencia china en la zona. En respuesta a esta nueva postura, la Autoridad del Canal de Panamá colaborará con la marina estadounidense para optimizar el tránsito de sus buques.
Por su parte, Fu Cong defendió la Ruta de la Seda como una iniciativa económica sin agenda política oculta, desestimando las acusaciones de control chino sobre el Canal de Panamá. Afirmó que “China no ha participado ni en la gestión ni en la operación del Canal” y que respeta la soberanía de Panamá, considerándolo como una infraestructura internacional neutral.
Este giro en la política exterior de Panamá refleja la creciente tensión entre EE. UU. y China en la región, y plantea interrogantes sobre el futuro de las relaciones económicas y estratégicas en el Istmo.